El canto del cuco

El presidente, ante el juez

No puede decirse que no se le acumulan las complicaciones a Pedro Sánchez, que atraviesa, según cualquier observador imparcial, el momento más difícil de su mandato

Este martes, 30 de julio, cuando millones de españoles se disponen a irse de vacaciones, está marcado en rojo por la comparecencia del presidente del Gobierno ante el juez. Es algo que no ocurre todos los días. Es la coronación de un azaroso curso político. Estamos ante un cara a cara cargado de electricidad, donde seguramente imperará el silencio. Un silencio profesional, frío y cortante. Pero se sobrentenderá y se grabará todo. Es de dominio público que el juez Peinado no es bien recibido en La Moncloa. Nada que ver con la acogida que recibió allí el empresario Carlos Barrabés o el rector de la Universidad Complutense, Joaquín Goyache, ambos sometidos por esas visitas y sus consecuencias a investigación judicial. No faltan los que dicen que el juez se ha metido en la boca del lobo. El «caso Begoña Gómez» produce allí un profundo malestar y no poca preocupación. Es comprensible.

Este caso, sea cual sea el desenlace, servirá para comprobar que la ley es igual (o casi igual) para todos y que sigue habiendo división de poderes en España. En ese sentido es una demostración de normalidad democrática. Lo que no es tan normal es el intento de descalificar al juez instructor desde el Gobierno, en una campaña sorda, acusándole poco menos que de prevaricación y difundiendo la especie de que se mueve por razones políticas. Convencidos de la inocencia de Begoña Gómez, tanto el presidente Sánchez como su mujer se han resistido hasta ahora a colaborar abiertamente con la Justicia. Su táctica de defensa, ha resultado muy discutible. Estamos a punto de ver las consecuencias.

Por la tarde, el presidente Sánchez, después de la reunión del Consejo de ministros, volará a Palma de Mallorca a despachar con el rey Felipe VI. Se supone que le informará, de entrada, de su encuentro de la mañana con el juez Peinado. Sobre todo, estaría obligado a hacerlo si el instructor tuviera algún gesto que le dejara intranquilo y previera que el caso se puede complicar. El Rey, como se sabe, es el encargado de moderar las instituciones. El despacho oficial del presidente del Gobierno con el Rey en el palacio real de la Almudaina de Palma de Mallorca es el broche que cierra oficialmente el curso político. La comparecencia ante el juez unas horas antes supone una concurrencia inquietante. Pero no es la única ni, seguramente, la más grave. Todo se junta. No puede decirse que no se le acumulan las complicaciones a Pedro Sánchez, que atraviesa, según cualquier observador imparcial, el momento más difícil de su mandato.