Tribuna

El primer objetivo

Los votantes norteamericanos decidirán, pero sus aliados internacionales

–OTAN y socios asiáticos– deberíamos hacer cualquier sacrificio posible para ayudar a parar a Trump. Aunque no votemos, todos vamos a sufrir las consecuencias

La vida me ha enseñado que cuando estamos abrumados, cuando todos los asuntos a resolver parecen importantes y urgentes, hay que centrarse en uno o dos a lo sumo y confiar en que los demás vayan evolucionando positivamente, a su ritmo. Todo antes que bloquearnos. El pasado día 21, el presidente Biden nos anuncio que renunciaba a ser reelegido y que creía que el candidato mas conveniente para sustituirlo era su vicepresidenta Kamala Harris. Esta decisión tendrá multitud de consecuencias en la política exterior y de seguridad norteamericanas y podrá afectar vitalmente a sus aliados y adversarios. Ante este océano de incógnitas, trataremos aquí de identificar cuál es el asunto esencial para nosotros.

Los irlandeses tienen cierta fama de obstinados. Quizás la herencia gaélica ha hecho que Biden cometiera un error importante: ha creído que porque sabe hacer bien la mayoría de las cosas, su acelerado declive físico, a la vista de todos, podría ser perdonado. Y ha tardado demasiado en tirar la toalla ayudando con ello a que el peligroso Sr. Trump le adelantara en la carrera hacia la reelección. Y no solo la presidencia es lo que está en juego sino también el control de las dos cámaras del Congreso, con el consiguiente riesgo para la globalización y especialmente para la OTAN y los aliados asiáticos de los EEUU. La amenaza que representaría un triunfo de Trump venía siendo tan clara que varios de estos aliados, con el Presidente ucraniano a la cabeza, habían empezado a maniobrar preventivamente para mejorar su situación si es que lo peor sucedía: por si había que acomodarse a sobrevivir con Trump. Por esto es tan positivo que haya surgido la esperanza Harris.

El objetivo primordial para todos los que creen en la democracia, tanto doméstica como internacionalmente -salvo para aquellos que confían en poder prosperar en el caos- debería ser que Trump no salga elegido. Al precio que sea; incluso alterando prioridades previas. Esto, como siempre que se establecen metas negativas, acarrea un cierto desgaste; podríamos sustituirlo pues por el que Kamala Harris logre la presidencia. Política interior y exterior han estado relacionadas de manera profunda y al menos en las democracias siempre ha tenido prioridad la primera. El sobrevivir es la regla básica en la jungla pero también en el mundo político. Sobrevivir para los políticos significa que te elijan. Los europeos deberíamos ponderar más el punto de vista interno norteamericano antes que cegarnos con nuestros intereses inmediatos. Por ejemplo, podríamos contribuir significativamente a la consecución del objetivo principal si dejamos que el asunto palestino tenga prioridad -durante estos meses que quedan hasta la elección- sobre la situación en Ucrania que teóricamente nos afecta más. El presidente Biden ha tenido una hemorragia de votos por su apoyo incondicional al Sr. Netanyahu entre los sectores jóvenes e intelectuales norteamericanos. El mejor regalo de política exterior que Biden puede hacer a su vicepresidenta es si de aquí a noviembre logra corregir esta percepción entre los votantes. Sobre todo porque la elección presidencial norteamericana se va a resolver por unos pocos miles de votos en un puñado de Estados bisagra en los que la opinión publica puede pendular de republicanos a demócratas – o viceversa -por cualquier motivo. Y los europeos, que nos jugamos mucho más en Ucrania que en Gaza, deberíamos comprender que poco podemos hacer por el primer objetivo si no nos resignamos a que se inviertan las prioridades, aunque solo sea temporalmente.

La visión del Sr Trump de la acción exterior es diametralmente opuesta a la de Biden y basada en el vano intento de proteger su economía tras unas murallas comerciales y xenófobas que auguran la pérdida del liderazgo mundial de esa América que paradójicamente pretende hacer grande de nuevo. Trump tiene un feo estilo de negociación totalmente transaccional más propio de un vendedor de coches usados a la vieja usanza que de un líder con convicciones ideológicas profundas. Vamos, que va a por lo suyo personal al precio que sea. Los votantes norteamericanos decidirán, pero sus aliados internacionales –OTAN y socios asiáticos - deberíamos hacer cualquier sacrificio posible para ayudar a parar a Trump. Aunque no votemos, todos vamos a sufrir las consecuencias.