
Editorial
El PSOE no sobrevivirá al final del sanchismo
Lo suyo ha sido una política de tierra quemada, que ha embestido contra el país, el estado de derecho y, por inercia, su partido
El capítulo de los fontaneros de Ferraz y Moncloa parece haber causado bochorno en sectores inidentificados del partido más allá de los contados con los dedos de una mano antiguos dirigentes que fueron purgados por Pedro Sánchez y que se han convertido en lo más parecido a una conciencia crítica, aunque sea extramuros de la organización. Porque entre bastidores se nos cuenta que se rasgan las vestiduras de forma clandestina cuando contemplan los vídeos de Leire Díez y demás compañeros, sus paseos por Ferraz, los teatrillos con los pendrives con todos esos años de investigación e información sensible camino de la Fiscalía y la narrativa barroca, casi gótica, de que la mano que mece a tanto títere y sinvergüenza es la del Partido Popular. En el argumentario de Ferraz se ha convertido al comisionista Aldama en un personaje al servicio de Núñez Feijóo, mientras algunos ministros han sacado a pasear el nombre de José María Aznar como conspirador en eso que denominan guerra sucia contra el Gobierno. Todo es tan grotesco y ordinario que nos cuesta pensar que los cientos de miles de asesores del presidente no hayan sido capaces de armar una estrategia de contención de daños al menos con una pizca de pulcritud intelectual. El trazo grueso, la hipérbole, es un recurso que en política tiene fecha de caducidad, y que denota una alarmante ausencia de reflejos y competencia. Suele ir ligado a la desesperación de un liderazgo sobrepasado que es incapaz de centrarse y enfocar los problemas. Sánchez ha perdido el relato, que ha sido su especialidad en estos siete años de saturación de la doblez y la mentira. La corrupción lo anega todo y la falsedad ha perdido su eficacia por exceso de uso. Se nos habla de críticos en la organización, pero los hechos refutan su existencia, por más que sí se den socialistas de bien que deseen que este tiempo aciago sea pasto de la historia cuanto antes. Hay que perder toda esperanza de que el principio del fin del sanchismo responda a una movilización interna, pues el control cesarista y autoritario del PSOE es absoluto. No estamos siquiera en aquello de que el que se mueva no sale en la foto. Lo ha explicitado Javier Lambán cuando ha apelado a una reacción cívica, de los ciudadanos, nunca de sus compañeros. Llegados a este punto, creemos casi imposible que el PSOE pueda sobrevivir a Pedro Sánchez. Parece poco creíble que el secretario general y presidente del Gobierno no lo vaya a arrastrar todo en una caída, que se producirá más tarde o más temprano. En esta ocasión, la corrupción y el mal gobierno serán letales para el líder, pero este además lo será por contagio para la organización. Lo suyo ha sido una política de tierra quemada, que ha embestido contra el país, el estado de derecho y, por inercia, su partido. Leire y las cloacas han avergonzado a algunos; esperamos que sobre todo lo hagan a los votantes.
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