El trípode
Puigdemont: «¡Ja sóc aquí!»; Sánchez, ¡Basta ya!
Que la amnistía no sea constitucional no es un obstáculo insalvable, con Pumpido al frente de sus «constructivistas» togas del Tribunal Constitucional.
Esta Diada, tal y como estaba previsto en el guion monclovita, se analiza como un elemento favorable a la política sanchista conforme a su interesado relato según el cual su política de conceder al separatismo catalán todas sus exigencias es un elemento positivo para la convivencia. Así que los indultos concedidos a los nueve dirigentes que no se fugaron en el maletero de un coche y fueron juzgados y condenados por el Tribunal Supremo por el delito de sedición –ahora eliminado del Código Penal, entre otros más–, fue por el acreditado «sentido de Estado» de Sánchez. Su radical «cambio de opinión» al respecto –basta visionar la hemeroteca audiovisual para constatarlo– al considerar incluso que se había producido un delito de rebelión y no «sólo» de sedición, no tiene nada que ver con la apremiante necesidad de sus votos para seguir en La Moncloa. Es ese mismo «sentido de Estado» el que ahora le impulsa a amnistiar a los 1.432 separatistas que, según la ANC, convocante de la manifestación del «onze de setembre» de anteayer, deben quedar amnistiados para poder seguir Sánchez una temporada más al frente del gobierno de España. Por supuesto encabezados por Puigdemont y los dirigentes que le acompañaron a su dorado exilio de Waterloo, que es quien exige la amnistía ya que para ser indultado debería primero regresar a España, donde sería detenido por orden judicial para ser juzgado y condenado como lo fueron sus nueve conocidos conmilitones. Para evitarse ese incómodo regreso, exige una amnistía, y así poder hacerlo sin rastro alguno de responsabilidad penal que le permita comparecer directamente y libre ante sus seguidores y gritando «¡Ja soc aquí!».
Que la amnistía no sea constitucional no es un obstáculo insalvable, con Pumpido al frente de sus «constructivistas» togas del Tribunal Constitucional. La amnistía significaría convertir en inexistentes los delitos cometidos por el separatismo catalán desde que en enero de 2013 el entonces presidente de la Generalitat, Artur Mas, compareciera en el Parlament de Cataluña para proclamar: «Ponemos rumbo de colisión con el Estado», pasando por la aprobación de las «leyes de desconexión con el Estado», el referéndum y la Declaración Unilateral de Independencia; todo eso y mucho más, sencillamente no ha existido para el sanchismo. El pasado 30 de agosto escribíamos bajo el título de «¡Basta ya!» que la dignidad de España y los españoles no era una mera mercancía de la que Sánchez podía disponer a su antojo para satisfacer sus deseos de vanagloria. Ha llegado la hora de decírselo civilizada, pero masivamente en las calles de España. Antes de que sea demasiado tarde.
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