Editorial

Puigdemont traba los planes del sanchismo

Para el prófugo ningún trato con el Gobierno que no pase por la autodeterminación y la amnistía será de sencilla explotación política y popular entre una feligresía fanatizada

Los socialistas replicaron con una euforia desmedida a los resultados del 23J. Desde Pedro Sánchez hasta el último de sus colaboradores dieron por hechos cuatro años más de poder, mientras saltaban alocada y desenfrenadamente sobre la tribuna de Ferraz la misma noche electoral. A Moncloa le encajaron las piezas del mecano y no visualizaron el endiablado sudoku en la caprichosa aritmética destilada por la voluntad del pueblo soberano. Hasta el punto que el presidente en funciones decretó el estado de vacaciones para todos sus colaboradores. Habría tiempo y voluntad más que suficientes de todos los socios precisos para armar el compromiso de la investidura. En este punto, Sánchez ha dado pruebas de tanta habilidad como ausencia de remilgos para ajustar la factura correspondiente a los escaños precisos. Nunca ha sido módica la tarifa de los separatistas, reconocidos por una avidez insaciable y por sus nimios escrúpulos. Con el paso de los días, y amortiguado el júbilo súbito en la izquierda, el horizonte aparece menos despejado de lo que se pensaba, y ciertas conductas y reacciones socialistas y populistas improvisadas y azoradas han denotado inseguridad sobre el futuro de esa investidura del pacto de los perdedores. Pronunciamientos como el del portavoz de Yolanda Díaz, por ejemplo, que ha censurado la falta de ambición de Moncloa y ha apelado a que se ponga a negociar en serio. Hay varios factores para que el suflé se contraiga los últimos días, pero uno destaca por encima de todos. Carles Puigdemont y sus parlamentarios de Junts se saben imprescindibles y con la sartén por el mango, pero tampoco ignoran ni olvidan el pulso con ERC en un separatismo deprimido y el ninguneo contumaz de Pedro Sánchez estos años. Para el prófugo ningún trato con el Gobierno que no pase por la autodeterminación y la amnistía será de sencilla explotación política y popular entre una feligresía fanatizada. Tampoco el frente judicial favorece la distensión que la izquierda persigue para convencer a Puigdemont. Sencillamente, porque los jueves hacen su trabajo que, salvo los pumpidos y compañía, se ajusta a derecho y no a los intereses políticos del poder. El Tribunal Constitucional se encargó ayer de preservar ese criterio y su independencia. En concreto, la Sección de Vacaciones de la corte de garantías, rechazó, con un voto en contra, el recurso que presentó Puigdemont contra la orden de detención nacional cursada contra él por el instructor de la causa del «procés», el magistrado Pablo Llarena, ratificada por el Tribunal Supremo. Sánchez está obligado a ajustar demasiadas cuentas con un elemento escasamente dócil y sobre todo con una posición decisiva. Mientras, Núñez Feijóo, como ganador de las generales, suma apoyos y se acerca al objetivo, que es de justicia que busque en la sesión de investidura.