Letras líquidas

¿A quién quieres más?

Partidos y representantes públicos, algunos, se afanan en contentar al potencial votante de modo inmediato, casi estilo «fast food», ofreciéndole soluciones simplistas

Hubo un tiempo, allá por el siglo XX, en el que el mundo se etiquetaba fácilmente en derecha e izquierda. Todos los ámbitos de la vida, los públicos, los privados, la geoestrategia, andaban impregnados de división ideológica. A un lado o a otro, este u oeste, Guerra Fría en estado puro que marcaba y condicionaba el discurso, la organización política o las relaciones entre estados e impregnaba, incluso, las esferas más íntimas de los ciudadanos. Muchos, ahora, dan por superada aquella dicotomía. Filósofos y politólogos avalan el agotamiento de una clasificación cada vez más mestiza y diluida por cruces dogmáticos. Una civilización, la de hoy, acelerada y mucho más ágil que la de la era analógica excede los límites de esa doctrina binaria mutándola hacia otro nivel de pensamiento: la dualidad gira en torno a criterios populistas o democráticos. Partidos y representantes públicos, algunos, se afanan en contentar al potencial votante de modo inmediato, casi estilo «fast food», ofreciéndole soluciones simplistas. O sea, lo que ocurre desde hace un par de décadas en sistemas que parecían blindados por el rigor de su historia.

Y, aunque España no ha permanecido ajena a estas nuevas coordenadas globales (basta repasar algunos tics demagógicos que nos rodean), nuestra idiosincrasia propicia la existencia de otro eje discursivo más: el marco territorial como «leit motiv», que se suma a los anteriores, solapándose en una caótica miscelánea de intereses. Como capas geológicas que mezclan, confunden y dificultan la identificación de principios políticos. ¿Qué prima más en los partidos nacionalistas/independentistas? ¿El comportamiento tradicional derecha-izquierda? ¿Los modos populistas? ¿O sus pulsiones soberanistas frente a opciones más prácticas o realistas? Les podríamos preguntar aquello de a quién quieren más, pero, en realidad, y visto lo visto, parece que no queda demasiado margen para la duda.