El buen salvaje

¿Quién teme a Virginia Wolf?

La mayor censura es la del pensamiento único y la del miedo a no escribir, filmar, cantar lo que uno quiera

Los abajofirmantes lo han vuelto a hacer. Han firmado. Dicen que en Valdemorillo, que no saben por dónde cae, han «censurado» un montaje sobre el «Orlando» de Virginia Wolf. Hay quien enfrenta la caída del cartel de esta obra con el impulso que, al parecer, se les da a las veladas de boxeo. Como si lo de los púgiles no supusiera, más que la Wolf, un puñetazo contracultural. Si he de ir a Valdemorillo, antes al boxeo que a ver «Orlando», pero eso es cosa mía.

Si la obra realmente ha sido retirada por motivos ideológicos que expliquen por qué, que será una papafritada de los de Vox que no se han enterado de que a la Cultura es mejor no tocarla. No han perdido el tiempo los «intelectuales» de guardia para alertar de que España se va a convertir en un campo de concentración en el que leer a un rojo estará penado con la muerte. Sobreactúan en la perpetua hipérbole del dóberman. Todos se mantuvieron en silencio cada vez que en los últimos años los críticos eran abucheados, como José Errasti, autor de «Nadie nace en un cuerpo equivocado» y tantos otros que pataleaban por salirse del carril. Los abajofirmantes nos quieren como ovejas. Ha de gustarnos Virginia Wolf y no el boxeo.

La mayor censura es la del pensamiento único y la del miedo a no escribir, filmar, cantar lo que uno quiera. La guerra cultural es demasiado importante como para que Vox la despida con apuntes de brocha gorda. Pongamos a boxear a gente con cabeza, no a cabezudos espeluznantes con caspa en las axilas. La izquierda piensa que la Cultura es suya y aún no entiende que alguien cultivado vote a la derecha aunque saben que hay una derecha ilustrada de la que no hay nada que temer, al contrario, les dará todo lo que pidan. En tiempos de Aznar se cedió el edificio de la Academia de Cine, por ejemplo. Era cuando tocaba leer a Pla y a Azaña.

La progresía ha mantenido sus labios sellados con Loctite hasta que en un pequeño ayuntamiento de casi catorce mil habitantes se ha rasgado la cortina. No sufran. Los populares mantendrán el ministerio de Cultura y todos sus recovecos subvencionables. No llegará el día de la quema de libros a lo Fahrenheit 451 porque ese día ya llegó mientras los almodóvares miraban hacia otro lado, o directamente a su ombligo donde se va acumulando la pelusa de la desolación y la tristeza. Ya no representan a nadie, salvo a sí mismos, así que se ponen a tirarnos de los pelos en vez de boxear como Dios manda.