Editorial

Reforma de pensiones con escaso futuro

Sin solidez financiera que lo soporte y mucho artificio contable, nos queda el espejismo en torno a una intervención deficitaria y de sombrío futuro

El Gobierno ya tiene su acuerdo sobre la reforma de las pensiones. El presidente ha proclamado las ideas fuerza que deben acompañar a cualquier debate sobre la jubilación de los españoles. Pedro Sánchez ha sentenciado que está garantizada la estabilidad y la sostenibilidad del sistema y la revalorización de las prestaciones con la inflación. El hito gravita sobre varios pilares, fundamentalmente el consenso con Unidas Podemos y el resto de los socios de la mayoría, y el consentimiento de las autoridades comunitarias, además de la adhesión entusiasta de los sindicatos. Hablamos, por tanto, de una intervención de parte, que ha excluido, al menos en sus génesis, y nos tememos que en el desenlace, a los empresarios y a la oposición, fundamentalmente al partido llamado a desbancar a la izquierda del poder en unos meses, además de que ha ninguneado al Pacto de Toledo. El fundamento de la reforma, aquello por lo que los podemitas han dado su plácet al proyecto del ministro Escrivá, pasa por que las pensiones se calcularán conforme a los últimos 25 años cotizados o los 27 mejores de 29, y no los 28 mejores de los últimos 30 como regla única, como quería el ministro de Seguridad Social. Esa flexibilidad en la ampliación del periodo de cómputo ha sido clave para asegurar los votos de los socios de investidura y el visto bueno de UGT y Comisiones. Damos por hecho que, con la nueva regulación, la factura de las pensiones continuará su imparable raid alcista. Ni se contendrá el gasto ni mucho menos se rebajará, sino que todo se confía a los ingresos. Escrivá no ha logrado el milagro de los panes y los peces, ni siquiera ha cuadrado los números con el rigor requerido, sino que se ha escapado por una gatera tramposa para que las empresas corran con la cuenta por medio de otro sablazo fiscal vía aumento de cotizaciones, recargo a sueldos altos y subida del MEI mediante. Más impuestos al trabajo, lo que no es inocente ni inocuo, sino todo lo contrario. Se ha penalizado aún más las nóminas al gusto de Podemos para poder sufragar las pensiones a corto plazo a costa de lastrar el empleo y el porvenir de las empresas y los autónomos, que lo es también de los españoles. Otra patada a seguir de este gobierno apremiado por las urgencias de los compromisos adquiridos en el Plan de Recuperación para liberar el próximo desembolso de fondos europeos, pero también para maquillar las huellas de las refriegas en la coalición. España necesita una reforma de las pensiones sensata, ordenada y eficiente, que exponga la verdad a los españoles sobre las opciones y los sacrificios para atender a un sistema de reparto quebrado por la inversión de la pirámide poblacional. Esa cruda realidad de números rojos de la Seguridad Social por encima de los 106.000 millones cuando eran 41.000 el año que Sánchez llegó al poder. La certeza de que la izquierda ha disparado el pasivo para crear una colosal burbuja que amenaza las pensiones de todos. Sin solidez financiera que lo soporte y mucho artificio contable, nos queda el espejismo en torno a una reforma deficitaria y de sombrío futuro.