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Rentabilidades pasadas no garantizan las del futuro

Solo Sánchez conoce sus cálculos –piensa en él y lo demás es accesorio–, tras su noche amarga, para adelantar las elecciones pero, sin duda, hay partido

Goethe (1749-1832), el gran referente cultural alemán, advertía de la facilidad con la que se pasa «de la más alta euforia a la más profunda aflicción», que es lo que ocurrió el domingo por la noche en las filas socialistas y en las podemitas, yolandistas, en las de Colau y en las de otras confluencias, sin olvidar a los «indepes» de Junqueras y Rufián. Hubo quien lloró en la noche más triste hasta ahora del sanchismo y hubo quien, como Begoña Villacís, tuvo que aceptar la catástrofe de Ciudadanos, otro partido, como el Rosa Díez, que nace y muere en poco más de un ciclo político. Y hubo, por fin, quien, como Pedro Sánchez, mientras muchos seguían con la legaña de los festejos o del duelo, volvió a sacar un conejo de la chistera, un «blitzrieg» político en forma de adelanto electoral. No improvisó. Quizá era el plan «C», pero lo tenía preparado. Una vez más, el inquilino de la Moncloa recurre a su manual de resistencia, un golpe audaz en busca quizá de otro imposible, como tantas otras veces en su carrera, pero él cree que la izquierda más o menos junta puede sumar frente a la derecha dividida de PP y Vox.

El batacazo de las elecciones municipales y autonómicas ha sido épico y es probable que el Gobierno Frankenstein fuera inviable, también para Sánchez, a partir de ahora, con unos socios de los que cada día podría fiarse menos. El PP ha dado un gran paso adelante y Alberto Núñez Feijóo está más cerca de la presidencia del Gobierno, pero todavía no ha llegado a ella. Sánchez tal vez también tiene un pie fuera de la Moncloa, pero sigue en la poltrona presidencial. Los expertos electorales recuerdan la regla no escrita de que quien gana las municipales y autonómicas también vence en las elecciones generales si se celebran unos meses después. Es lo habitual, pero hay, por lo menos, una excepción, las locales y territoriales de 2007 y las generales de 2008. Y Popper (1902-1994) ya explicó cómo un solo hecho en contra es suficiente para refutar una teoría que se había dado por válida hasta entonces. También hay que recordar la advertencia que, por ley, figura en la publicidad de los productos de inversión: «Rentabilidades pasadas no garantizan rentabilidades futuras». Los precedentes dan pistas y son orientaciones, pero no son ninguna ley inmutable, y menos en política. Solo Sánchez conoce sus cálculos –piensa en él y lo demás es accesorio–, tras su noche amarga, para adelantar las elecciones pero, sin duda, hay partido y él espera convertir la más profunda aflicción en la más alta euforia y así dar la vuelta, ¡ojo!, a la advertencia de Goethe.