Opinión

Roro, el látigo y el círculo de la virtud

En su descargo, el de las feministas disparadas que te persiguen y te cancelan, Roro, comprende de dónde venimos y a dónde vamos, dando postrecitos con cuentagotas, y evitando alimentar la voracidad egoísta y abusona del heteropatriarcado

Roro es una superdotada feliz y encantadora; tiene un video en el que se hace un vestido impecable en una hora; ¿la han visto en acción? ¿se han planteado lo bienfuncionante que ha de ser un cerebro para llevar acabo con éxito los variados retos que se autoimpone esta joven singularísima? No me refiero al pan de brioche. Todo en ella es asombroso.

Pero aún más que Roro; el verdadero espectáculo es el hecho de que las radicales del feminismo tarado, la denigren por erotizarse a sí misma como quiere, a su novio (y al resto) a través del estómago y la feminidad del complacer (es inevitable preguntarse lo apta que ha de ser también en la cama la gachí) y, sin embargo, defiendan, mentecatas, lo del Hijab y el Chador, que es libertad cultural.

De Roro y Pablo. El círculo de la virtud, en una relación cualquiera, es un ejercicio recíproco de generosidad y esfuerzo, un intercambio dinámico donde cada acto de atención no solo se corresponde, sino que se amplifica, llevando a la pareja a cotas de amor y felicidad que rozan lo sublime. En el amor de pareja, el círculo de la virtud es el objetivo, claro, el destino lógico entre dos personas sanas, bien constituidas y moderadamente formadas.

Este es el caso, pienso, de la tiktoker, dulce, enamoradísima y correspondida por su novio, que, según ambos, limpia la cocina entre otras labores…Pero eso no ha convencido a las feministas radicales. ¿Por qué?

La primera razón: son obtusas. Para ser radical no hay otra opción (no te aceptan en la escuelita de radicales si no eres un poco oligofrénico); la segunda: la voz (de ratona antropomórfica de la Cenicienta de Disney), y aquí les vamos a dar la razón, da muchísima grima.

Esa voz, querida Roro, chirría… No sé, como el pubis completamente depilado en una mujer desarrollada, perfecto para satisfacer los gustos de un pederasta promedio, ¿no? Por lo demás, haz lo que quieras y pon la voz que quieras. Yo soy liberal. Y tú también. (Y las tradwives, lo que les salga también. Faltaría). Más autolítico y de trastorno es subir el Everest.

La tercera, porque la utopía amorosa no ha llegado, ni la feminista tampoco y lo normal es que el círculo de la virtud no funcione. Además, este ideal de cuidado mutuo se tambalea cuando uno de los participantes resulta ser gilipollas, ya saben, una persona incapaz de comprender la belleza de este contrato virtuoso y sus beneficios para cada uno de los miembros.

Entonces, la teoría choca con la realidad, y el círculo se convierte en una figura amorfa y contraproducente. El imbécil, ajeno a la dinámica de reciprocidad y altruismo, interpreta la generosidad del otro como servilismo, y la dedicación como una señal de debilidad a explotar. Y se crece. Y se despega.

El amor vuela (en pedazos). Cantidad ilimitada de imbéciles. Y en lugar de hacer pastelitos una se ve obligada a abandonar la esplendidez, tomar la fusta. El diálogo y la comprensión se sustituyen por límites; firmeza, para que el despistado entienda que el respeto y la reciprocidad no son opciones. En lugar de suaves palabras y gestos desinteresados, palos metafóricos, ¡doma emocional! donde la paciencia se combina con una mano de hierro, porque el hombre o la mujer necios necesitan ser tratados como elefantes de circo, o como bestias que solo responden a la fuerza y disciplina.

En su descargo, el de las feministas disparadas que te persiguen y te cancelan, Roro, comprende de dónde venimos y a dónde vamos, dando postrecitos con cuentagotas, y evitando alimentar la voracidad egoísta y abusona del heteropatriarcado, donde cada movimiento debe ser calculado para no caer en sus fauces otra vez.

Entre los polos, tenemos la opción de manejar el látigo con una sonrisa sexy. Y quizá, en este juego de espejos, se despliegue la vida en pareja del siglo XXI, en paralelo con la decadencia del Imperio Romano.