Los puntos sobre las íes
Sánchez como símbolo de la España mala
Batió todos los récords de malaje y eso que el nivel estaba previamente en el espacio interestelar. En lugar de dar la cara, optó por esconderse y tirar de Fuerza Aérea para acudir a los Premios Goya
Yo mismo hubiera aplaudido con las orejas a Sánchez si hace una semana coge el Falcon y se planta en Barbate a dar el pésame a las familias y a los compañeros de los dos guardias civiles asesinados por esos narcoterroristas a los que espero ver pronto a la vera de Satanás. De haber sido abucheado, el arriba firmante, que no es precisamente dudoso de criptosanchismo, se habría partido públicamente la cara por él porque cuando un político cumple con su deber constituye un imperativo moral aparcar las fobias. Sin embargo, Pedro Sánchez estuvo más Pedro Sánchez que nunca. Batió todos los récords de malaje y eso que el nivel estaba previamente en el espacio interestelar. En lugar de dar la cara, optó por esconderse y tirar de Fuerza Aérea para acudir a los Premios Goya. La ida a Valladolid la realizó en el Super Puma, que regresó vacío a Madrid, y la vuelta en el Falcon porque el helicóptero presidencial le debió resultar incómodo al señorito. Un dispendio más propio de sátrapas bananeros que de un primer ministro de ese Occidente democrático en el que, más que devoción, la austeridad representa una obligación insoslayable.
Lo de Barbate no nos extrañó porque llovía sobre mojado. Fue él, y no un Marlaska que obviamente consultó al de arriba, el que disolvió la unidad de élite de la Guardia Civil (OCON Sur) dedicada a combatir el narcotráfico en El Estrecho. Una decisión extrínsecamente incomprensible y moral e intrínsecamente deleznable. Lo último es tan obvio que no necesito explicárselo. Lo primero se entiende con una mera analogía: ¿se imaginan a Biden disolviendo la DEA porque han cazado a unos cuantos agentes corruptos? ¿A que no? Pues eso. Eso en el supuesto de que estuviéramos ante una investigación de Asuntos Internos rigurosa y no una caza de brujas. Lo digo porque el teniente coronel Oliva y sus hombres debían ser una panda de corruptos pero lo disimulaban requetebién. Trincaban narcos y fardos sin parar. De hecho, la Fiscalía ha solicitado el archivo del caso abierto al número 1 de estos patas negras. «Casualidades de la vida», se echó el cierre al OCON Sur apenas tres meses después de que el Gobierno descubriera que Marruecos había infestado de Pegasus los móviles del presidente y del ministro del Interior. Como no quiero insultar a su inteligencia, queridos lectores, no les recordaré de dónde vienen los estupefacientes que los narcos acercan a nuestras playas a bordo de bólidos marinos de 1.200 caballos. Por no hablar de ese lacerante déficit de medios para unos guardias civiles que, para colmo, cobran hasta 7.000 euros anuales menos que un mosso o un ertzaina. Nuestros beneméritos héroes luchan con tirachinas contra bandas que cuentan con lo último de lo último en armamento y embarcaciones. De la indignación pasamos a la exasperación cuando conocemos que Sánchez regaló al régimen alauita cinco de esas lanchas de quinta generación que el instituto armado viene reclamando hace años.
Sánchez es el más famoso exponente de esa España mala que desprecia a la Guardia Civil. Pero no el único. El Parlament de Cataluña se negó a guardar un minuto de silencio por David Pérez y Miguel Ángel González. Los basurescos Bildu y Geroa Bai hicieron lo propio en Pamplona y el alcalde socialista de Huelva, Gabriel Cruz, se largó del homenaje en el Ayuntamiento. Aunque nada como esos Premios Goya que, con los cuerpos de los agentes aún calientes, se pasó por el forro de sus miserias un día de luto para la España buena. Cuando algo está tan claro, una omisión se convierte en una acción. Por el mal, naturalmente.
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