Cuaderno de notas
Sánchez en Marrakech como Fraga en Palomares
Recuerda a Fraga cuando se bañó en Palomares, pues el sanchismo consiste en ir por el mundo poniendo sus partes políticas encima de la mesa
Apunté en mi cuaderno que Sánchez se fue de vacaciones privadas a Marruecos porque no había otro país en el mundo al que irse de vacaciones privadas. Por decir esto, me cayeron los pedrettes en tromba a preguntarme a ver si iba a ser yo el que le iba a decir al presidente del Gobierno dónde irse de vacaciones y si es que la próxima vez debía consultarme un destino adecuado. Nunca se me dio bien ser agente de viajes porque a la gente le gustan unos destinos rarísimos, o es que el raro es uno. Le diría que repitiera Mojácar, pero después de la compra de votos, a ver con qué cara se aparece allí. Quizás a un lugar recóndito, por ejemplo el monte Niru, lugar sagrado de los samburu donde recibe Rose en su casa con un perrillo labrador, te andan los puercoespines por el cuarto de baño de la habitación, los guardianes se han subido a una acacia porque anda un tejón melero en la cocina y los niños de Waso Rongai arrojan piedras a los helicópteros porque creen que los pilotan ruidosos fantasmas blancos. Me sé una isla en el Canal de Drake que se llama Jost Van Dyke y que tiene el jodido mejor bar del Caribe, pero los lugareños de Tórtola dicen que lo mejor es que no vayas con tu mujer.
No sé, cualquier sitio serviría para que descansara el presidente. Con que no hubiera sospechas de que fuera espiado, me parecería condición suficiente, pero Pedro Sánchez es un político de órdago y, si medio país está sospechando sobre cuál es el acuerdo secreto que tiene con Marruecos, él se va a Marrakech de vacaciones –privadas–. Recuerda a Fraga cuando se bañó en Palomares, pues el sanchismo consiste en ir por el mundo poniendo sus partes políticas encima de la mesa y haciendo girar en el aire todo lo que le debería avergonzar, como un «derviche tourneur».
Ando pensando esto cuando veo a Sánchez en Marrakech con gorrilla como de presidente de turno del Consejo Europeo y a la vez de revistero taurino de los 70, una gorrilla que debe ponerse, calculo, para que no le reconozcan. Va de incógnito Sánchez por Marrakech pensando que allí nadie sabe que él es él y eso que decía que allí era donde más cosas sabían de su persona. Es cierto que en el zoco nadie le grita «Que te vote Mohammed VI» ni el resto de inmundicias con que lo torturan los maleducados en las aceras de mi Españita.
Es curioso que Sánchez use el viaje para desaparecer, cuando lo normal es que lo use para aparecerse. El Falcon con viaje de aquí allá como con mesita con papeles confidenciales y gafas de Top Gun, le concede la altura de los grandes líderes y una distancia de no sé cuántos mil pies sobre las pequeñas cuitas con las que se entretienen en su país gentes que no están, ya sabes, en los grandes asuntos mundiales. Gentes que no leen la prensa de Londres y Washington. El orden mundial es en lo que uno debería fijarse mientras en España, o como se diga, Arnaldo Otegui, condenado por secuestro, envía a Pernando Barrena, europarlamentario que admitió su vínculo con ETA, a negociar la legislatura con Puigdemont, un fugado de la justicia. ¿No parece un chiste?
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