Aunque moleste

Sánchez no quiere ser González

Como Aznar en el 96, Feijóo debe explorar todas las vías para impedir que gobierne quien ha perdido

En marzo del 96 Aznar ganó las elecciones a Felipe González, pero en realidad todo el mundo pensó que las había perdido. Que el entonces líder del PP pudiera alcanzar un acuerdo con Pujol («enano, habla castellano», le decían en Génova) y con el ultramontano independentista Arzallus, era poco menos que ilusorio, por no decir utópico. Pero Aznar dejó pronto de llorar y tras aquella amarga victoria se puso desde el primer día a trabajar para conseguir el apoyo imposible de PNV y CiU. Le costó un Congo, pero lo logró. Cierto que el entonces protagonista de la «dulce derrota» del PSOE era Felipe González, al que habían votado nada menos que nueve millones y pico de ciudadanos. La actitud de González fue la de dejar claro desde el primer momento que no contemplaba la hipótesis de formar gobierno, que daría facilidades para el traspaso de poderes, que no presionaría a CiU para impedir que pactase con el PP y que haría una oposición constructiva.

Todos sabemos que como Sánchez no es González, va a hacer justo lo contrario. No se abstendrá y bloqueará la investidura de Feijóo para intentar después pactar hasta con Puigdemont con tal de seguir instalado en La Moncloa. El precio que habrá que pagar importa poco, porque para el presidente del Gobierno ningún precio es elevado, se llame indulto, sedición, malversación o referéndum de autodeterminación. El horizonte penal del fugado y el estado-libre-asociado están ahora más que nunca sobre la mesa. Sin olvidar que eso tendrá que dárselo también a Bildu para Euskadi, amén de lo que pida Sumar en materia social, laboral, impuestos, vivienda y okupación. Cuatro años más de lo mismo. Cualquier cosa con tal de conservar el poder aun habiendo perdido las elecciones.

Feijóo tiene la obligación de intentar lo que hoy parece inviable. Primero, pidiéndole al PSOE un acuerdo de legislatura, sobre la base de que mande la lista más votada, aunque pactando con los socialistas la política de Estado. Si no es posible, que no lo será porque Sánchez dirá «no-es-no», el líder del PP debe intentar la investidura con los votos de Vox, PNV, CC y UPN. Difícil, ¿verdad? Cierto, aunque en política nada es imposible. Primero, Vox tiene que apoyar la investidura sin contraprestación alguna a cambio. Sólo por España, que dirían ellos, evitando que vuelva a gobernar el Frankenstein de Sánchez. El PNV, en segundo lugar, es un partido de derechas con elecciones en un año. Parte de su electorado no va a entender que siga respaldando a una coalición con la izquierda radical, y menos yendo en el mismo barco que Bildu. Más a más, la relación Feijóo-Urkullu es buena. El PNV no quiere saber nada de Vox, pero si el PP no pacta con los verdes, la situación cambia. UPN y CC no serían un problema mayor. Superada la investidura, geometría variable para gobernar hasta que se pueda. Y cuando no aguanten más, convocatoria anticipada de elecciones, pero con Feijóo de presidente.

Algunos se ríen a carcajada limpia cuando se plantea esta posibilidad. Es para reírse. Pero es la única opción que queda, descartado Puigdemont. Si repite Sánchez porque Vox no apoya a Feijóo, Abascal se puede ir buscando un retiro dorado, junto a Rivera y Arrimadas.