Al portador

Sánchez y la «ultra» Meloni impulsarán la «Liga Sur»

Nada nuevo para el inquilino de la Moncloa, que vive para el poder, porque «un dilema es un político tratando de salvar sus dos caras a la vez», como también explicó Lincoln

Abraham Lincoln (1809-1865), el mítico decimosexto presidente de los Estados Unidos, tenía claro que «si queréis poner a prueba el carácter de un hombre, dadle el poder». Fernando II de Aragón, «Fernando el Católico» (1452-1516), fue el modelo en el que se inspiró Maquiavelo (1469-1527) para su «Príncipe». Pedro Sánchez, cinco siglos después, sería u paradigma siglo XXI de la simbiosis política de carácter y poder. El inquilino de la Moncloa, a pesar de los nervios que reinan en su equipo más cercano, está convencido de que tiene más que una oportunidad de seguir al frente del Gobierno tras las próximas elecciones generales, tras pactar con quien haya que pactar, lo que incluye –de manera implícita, pero real– con la presidenta italiana, Giorgia Meloni, tantas veces tildada de ultra –no sin motivos– por los socialistas y sus aliados.

Sánchez no tuvo empacho en confraternizar con Meloni en Roma el miércoles pasado, quizá porque era la víspera del Jueves Santo, día del amor fraterno. Ambos políticos, desde antípodas ideológicas, intercambiaron palabras amables, alguna mirada y, algo quizá menos destacado, planes coincidentes para la presidencia española de la Unión Europea (UE). Sánchez pretende utilizarla como refuerzo de su imagen interna para las elecciones, pero también la quiere aprovechar, con la ayuda de Meloni entre otros, para aprobar la reforma del Pacto de Estabilidad, al gusto de lo que sería algo así como la «Liga Sur», que solo recordaría en el nombre a la «Liga Norte» italiana fundada por Umberto Bossi, que ahora lidera Matteo Salvini, vicepresidente del Gobierno italiano.

Sánchez lo dijo en Roma, mientras Meloni ponía cara de satisfacción: «Hay que hacerlo este año, no podemos esperar a 2024 o 2025». Para ambos líderes, más allá de sus diferencias, es un objetivo capital y por eso cierran filas sin complejos. Pretenden, con la reforma del Pacto de Estabilidad, que la Unión Europea santifique la manga ancha para que los países –los de la Liga Sur y los que se apunten, y alguno habrá– puedan mantener su enorme gasto y su deuda pública descomunal, sin que les obliguen, de forma efectiva, a reducir sus dispendios. Es lo que acaba de proponer Alemania y contra lo que lucharán Sánchez, como presidente de turno de la Unión Europea, y su aliada –antinatura– para este menester, Giorgia Meloni. Nada nuevo para el inquilino de la Moncloa, que vive para el poder, porque «un dilema es un político tratando de salvar sus dos caras a la vez», como también explicó Lincoln.