El trípode

Sánchezlain: «Podía elegir entre el deshonor y el conflicto…»

Es oportuno rechazar el extendido argumento de que el sanchismo ha significado la «pacificación» de Cataluña, reflejado por su clara victoria allí y la derrota del secesionismo en votos y diputados.

Pasadas las elecciones son numerosas las opiniones respecto al futuro previsible ante el resultado de las urnas y a las causas que lo han producido. Respecto al primer supuesto, ya hemos comentado que más allá de las grandes dificultades para la investidura y posterior gobernabilidad de Sánchez, el sanchismo no va a desaprovechar la oportunidad de renovarlo, aunque sea a costa de aumentar el precio a pagar por el Estado social democrático y de Derecho español a cambio de los votos del independentismo. Estos han sido inferiores en número (26) respecto a los 35 obtenidos anteriormente, pero políticamente más necesarios y valiosos, ya que PSOE y Sumar tienen 153 (casi los mismos que PSOE y Podemos en la anterior legislatura, que eran 155), pero superando ellos solos a los 151 que sumaban PP, Vox y CS. Ahora PP y Vox son 169, a los que con frecuencia se añadirán los 2 de UPN y CC, por lo que en todas las votaciones el sanchismo va a necesitar del apoyo expreso de ERC, Bildu y PNV. A eso debe sumarse el apoyo de Junts para las leyes orgánicas.

Si a todo lo anterior añadimos que PP y Vox gobiernan en 11 autonomías y en las más importantes ciudades de España –salvo en Barcelona– el horizonte de ese Gobierno es poco prometedor en cuanto a estabilidad y serenidad. Pese a ello, insistimos, los separatistas catalanes y vascos no van a desaprovechar la oportunidad de debilitar a España y seguir avanzando por la alfombra roja que Sánchez les coloca para mantenerse en La Moncloa.

Es oportuno rechazar el extendido argumento de que el sanchismo ha significado la «pacificación» de Cataluña, reflejado por su clara victoria allí y la derrota del secesionismo en votos y diputados. Esos indudables triunfos actúan como un espejismo de la realidad, creyendo ver un oasis donde hay desierto. El total fracaso del Procés en 2017 (con Gobierno del PP) está siendo convertido por Sánchez en una dulce y transitoria derrota del separatismo, lamiéndose sus heridas en sus cuarteles de invierno a la espera de otra ocasión propicia. Con sus cesiones ha dejado indefenso al Estado, eliminando el delito de sedición del Código Penal, así como blanqueando el «separatismo republicano» de ERC y EH Bildu (en palabras de Otegui) al que se añaden Junts y la Cup.

Sánchez es el émulo de Chamberlain cuando regresó eufórico a Londres tras creer que había pactado la paz. Podía elegir entre «el deshonor y la guerra», le replicó Churchill: «Ha elegido el deshonor y tendremos también la guerra». Pues eso.