Opinión

La Santa Alianza

Feijóo se ha tirado a los brazos de Vox, que se ha convertido en la mano que mece la cuna de la derecha

Decir que Vox es un partido “constitucionalista” es mucho decir. Como mucho es constitucional porque acata la Carta Magna. Lo que no es, sin duda, es constitucionalista. No acepta el modelo de Estado y aunque concurra en las elecciones autonómicas y entre en sus gobiernos no acepta el modelo constitucional autonómico, toda una muestra de coherencia. No acepta una buena parte de las conquistas sociales colectivas e individuales que sitúan a nuestra Constitución entre las calificadas de progresistas. No acepta que la soberanía recaiga en los ciudadanos sino que aspira a que recaiga en la nación española, una forma de ver las cosas que recuerda al régimen dictatorial del que se sienten herederos como demuestran en sus mítines gritando hasta desgañitarse “Arriba España”. Seguro que en un Gobierno de Vox contarían en los libros de texto que el golpe de estado del 18 de julio era el levantamiento de media España contra la otra media que la oprimía. Se lo oí a un repeinado señor que se lo explicaba muy didáctico a sus hijos en la Costa Brava. La mentira y la memez no tienen fronteras sin duda.

Todo esto son pelillos a la mar para Alberto Núñez Feijóo que considera un avance que Vox le ceda sus 33 diputados para evitar que gobiernen “los enemigos de España”. Porque ya saben, los ultras tienen la exclusividad de repartir carnets de buenos y malos españoles. Espero, personalmente, estar con los malos. El acuerdo lo anunció Abascal en un comunicado. Feijóo saltó a la palestra minutos después. El domingo supimos de qué hablaron ambos líderes en su reunión privada, y secreta, hasta que Vox lo largó sin miramientos porque Feijóo no ponía la letra adecuada a su música. La primera partitura, el asalto a la Mesa del Congreso. La derecha unida, sin fisuras. Con un PP sumiso y cabizbajo que no ha sabido mantener a raya a la ultraderecha en lo táctico y ha asumido sus postulados en lo estratégico.

Feijóo apeló a una mayoría constitucionalista en la que metía a los ultras. No la tiene ni con los votos de UPN y Coalición Canaria. No la tiene porque el PNV le giró la espalda y apela al patriotismo de los socialistas para alcanzar lo inalcanzable, el gobierno, con su concurso y esperando que miren para otro lado y no vean a Abascal de número dos de su gobierno. Feijóo se ha tirado a los brazos de Vox, que se ha convertido en la mano que mece la cuna de la derecha.

Feijóo y Abascal han sellado su pacto, la Santa Alianza. De hecho, lo empezaron a sellar el 28M con sus alianzas tácticas en varias decenas de ayuntamientos donde el PSOE fue el más votado, y lo han ido haciendo en Valencia, Baleares, Extremadura, Aragón y, en pocos días, en Murcia. Ya lo hicieron en Madrid, Castilla y León y Andalucía. El domingo lo que vio la luz es la alianza estratégica, un pacto anunciado unas veces, camuflado otras, vergonzante como en Extremadura, y real en todas porque el PP y Vox son los mismos perros con distintos collares, como dice el refrán. Feijóo pide mirarnos en Alemania cuando pide al PSOE su abstención. No dice nada de que la derecha germana no va con la ultraderecha ni a tomarse un café. Aquí de eso nada. Es más se le blanquea llamándola “constitucionalista”. Ni más, ni menos. Sin ruborizarse.

El movimiento de unir fuerzas hace pensar que el PP dará la batalla por la Mesa del Congresoaliándose con Vox. Sin embargo, esta misma alianza será la señal de su derrota. Es un remake de Xavier Trías en Barcelona. Ganó las elecciones, pactó con ERC un “Govern independentista para Barcelona” sin contar con los votos necesarios y perdió al alcaldía. Toda su oposición se unió. Quizá sea una premonición pero el pacto PP y ultraderecha cerrará filas en la izquierda y en los partidos periféricos que juntos suman la nada desdeñable cifra de 26 diputados. Tomen nota.