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Cuartel emocional

La sentencia del perdedor

No se le puede dar una escopeta a un tarado porque se lía a tiros

La Constitución del 78 es un refrito político que en aquellos años puso de acuerdo a muchos grupos, a priori irreconciliables, y hubo que defender una serie de concesiones para que nadie marease en exceso. Digamos que fue una Constitución Frankenstein que, además de ser buena o mala, en la actualidad se la salta a la torera el bueno de Conde Pumpido para agradar, favorecer y complacer al jefe de la banda, Pedro Sánchez, buscando su cálida palmadita en la espalda cada vez que hace las cosas según sus órdenes, incumpliendo la voluntad de los jueces del Supremo, indultando a delincuentes comunes en plan Chaves o Griñán.

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Para aquel momento valió este refrito, pero ahora ya no. Aquella Constitución abierta donde todo tiene cabida, donde se reconoce a los españoles una serie de derechos de los que carecían hoy apenas funciona, pero sirve para ir tirando porque reformarla sería imposible: cada día el país está más dividido y estamos menos de acuerdo que entonces, con lo cual, dejémosla estar. Todo esto viene a cuento a propósito del nombramiento del Fiscal General del Estado, que le corresponde al Gobierno de turno, pero ocurre que no se le puede dar una escopeta a un tarado porque se lía a tiros, y esto ocurre con el artículo 124.2 de la Constitución, que establece que el Fiscal General del Estado será nombrado por el Rey a propuesta del Gobierno, oído el Consejo General del Poder Judicial. El pobrecito Monarca, el Jefe del Estado, actúa simplemente de maestro de ceremonias, sin influir para nada en la decisión por conveniencia del gobernante, que elige a dedo el que más le encaja. Esto ha ocurrido con el perdedor Alvarone, un fracasado que no ganaba un solo juicio cuando estaba de Fiscal en la Audiencia provincial en Santiago de Compostela, donde conocí sus rizos y el empalago de su voz, y también sentí el gozo de que le quitaran las razones que alegaba –todas ellas pactadas con la simpática denunciante-, para acusarme de lo que no debía. Hoy siento de nuevo el gozo de haberlo visto en el banquillo y contemplarlo una vez como un perdedor por la falta de argumentos que pudieran sacarlo de la suciedad donde estaba metido por rastrero y pelota, con esa tierna carita de agradecimiento frente al capo que le nombró. Nunca fue digno de tan alto cargo.

Mientras tanto Urtasun, el más grande odiador, enemigo y detractor de España, que intenta demoler nuestras más arraigadas tradiciones e ignorar a intelectuales de determinadas épocas por dedicarse a artes que él desprecia, como la del toreo, y me estoy refiriendo a Ignacio Sánchez Mejías (¡Que no quiero verla! Dile a la luna que venga, que no quiero ver la sangre de Ignacio sobre la arena.), todo un mito del 27, se gasta catorce millones de nuestros bolsillos en descolonizar los Museos de América y Antropología, y quienes velamos por el peligro de los riesgos que corre nuestro país y lo denunciamos, sentimos una infinita impotencia por estar atados de manos y pies sin poder remediarlo.

CODA. No voy a hablar de las compras enloquecidas de La Paqui Cerdán, porque bastante tiene con salir ahora de su casa con la cara tapada. Prefiero hablar de algo con mejores sensaciones visuales. Soy fan de Melania y ahora todavía más. Me ha contado Georgina, que estuvo cenando con ella esta semana pasada en la Casa Blanca, que en el tú a tú gana más, si cabe. No me choca.