Con su permiso

Ser o no ser

Legislar sobre principios teóricos sin contar con la realidad que se pretende cambiar parece el rasgo de carácter más acentuado en esa parte del gobierno que ni sabe que es gobierno ni se va a enterar antes de que tenga que abandonarlo

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IlustraciónPlatón

Observa Melisa en un video en internet cómo una mujer de complexión hombruna y zancada masculina supera en una pista de atletismo a una colega más pequeña y delgada. Por lo visto está batiendo récords en el deporte italiano. En medio de una notable polvareda, que según avanza en la visión y la noticia entiende perfectamente. Era hombre y ahora corre como mujer. Hoy se llama Valentina Petrillo. Cuando era Fabrizzio tuvo esposa e hijos y no se le daba mal la competición atlética. Le afectó un problema de visión y siguió cosechando éxitos como paralímpico. Hace unos años, según reflejan las crónicas, anunció a su familia que se sentía mujer y empezó su proceso de cambio de sexo. Nada dicen los cronistas sobre si mantuvo o no su matrimonio o si de padre pasó a ser madre o conservó la identidad paterna pese a su deseada transformación.

El caso es que Fabrizzio es hoy Valentina y como tal no hace más que pulverizar récords de atletismo femenino. Y las atletas italianas han puesto el grito en el cielo, o en la pista.

Lo entiende Melisa. Es más, le parece también que es una suerte de abuso inaceptable. Confirma, además, esas dudas que sobre la ley trans de la sin par Montero han dejado caer algunos ante la posibilidad que abre a que cada cual pueda decidir sobre su identidad sexual; que con sólo pedirlo, si tiene más de 16 años, pueda uno, una o une, ser lo que quiera o ejercer de lo que sienta. Como derecho, no hay pegas que ponerle. Otra cosa son las dudas sobre la solvencia emocional o la madurez de una persona a los 16 años para tomar una decisión de semejante trascendencia. Claro que, siguiendo la norma al pie de la letra, si llega el momento en que se da cuenta de que ya no es lo que creía ser, pues recupera su estado anterior. Salvo que la transformación no sea solo legal, sino física también.

El caso es que la Petrillo y sus éxitos ejemplifican lo que algo así puede contaminar algo tan socialmente relevante como la práctica deportiva. Alguien que ha sido siempre hombre y como tal ha entrenado, decide ser mujer y competir como tal, y deja la competición hecha unos zorros. Quiebra el principio de igualdad de oportunidades que pretende brindar a los y las transexuales con esta ley. Priva de esas oportunidades precisamente a las mujeres.

Descubre Melisa más adelante que esta semana la Federación Internacional de Atletismo ha metido mano a la cuestión, y ha decidido prohibir a las mujeres trans que hayan sido hombres después de su pubertad, participar en competiciones femeninas. Ya lo habían hecho la natación y el rugby. Pero ningún deporte más se ha puesto a ello. Se imagina a Messi o Ronaldo cambiando de sexo y jugando en equipos femeninos de fútbol. No sucederá, pero podría.

Legislar sobre principios teóricos sin contar con la realidad que se pretende cambiar parece el rasgo de carácter más acentuado en esa parte del gobierno que ni sabe que es gobierno ni se va a enterar antes de que tenga que abandonarlo. Y no es la ley trans la que con más consistencia refleja la inconsistencia de Podemos y su referente Montero. Mucho peor es la ley del sí es sí y su perversa consecuencia de masivas y escandalosas reducciones de pena a abusadores con algunas libertades añadidas que han resucitado fantasmas en centenares de mujeres que ni lo esperan ni, desde luego, lo merecen. No se protege a la mujer sacrificando su estabilidad anímica en nombre de no se qué principio. No entiende Melisa qué tipo de feminismo es ese que pone a las mujeres en condición de desigualdad y resucita sus miedos y sus traumas.

Tampoco la dan la oportunidad de hacerlo, porque ante la evidencia del fiasco legal, la actitud de la ministra del cupo Iglesias es un sostenella y no enmendalla muy doloroso para las víctimas, e incomprensible para la mayoría de las mujeres. Eso sí, la tozuda negativa a una rectificación con alusiones continuas al código de la manada y estas cosas tan de políticos de asamblea y baratillo, define perfectamente la escasa capacidad de la ministra en cuestión para gestionar la cosa pública. Le parece a Melisa que su solvencia está al mismo nivel que aquel político de la Comunidad de Madrid que cuando denunciaron los familiares de algunos ancianos residentes que les estaban dando mala y escasa comida, y argumentaban que alguno había perdido hasta veinte kilos, contestó que no había nada malo en ello porque el abuelo ingresó con sobrepeso.

Cuando el político rechaza la realidad que rebate sus tesis, o es bobo o está borracho de poder.

Se pregunta Melisa qué tipo de feminismo satisface sus aspiraciones al precio de perjudicar a las mujeres.

Escucha de fondo en la radio cómo Tamames, referente del capitalismo económico español, antiguo candidato del partido comunista, aspirante a presidente de censura con la extrema derecha contemporánea, pone como ejemplo de mujer de referencia a Isabel la Católica. En la España de hoy.

Algo se ha perdido. O algo se va a perder. Como ciudadana y, se teme, más aún como mujer.