Biblioteca Harley-Davidson

Sistémico

Dejemos de esperar de una vez un mundo a prueba de idiotas

Cada época tiene sus palabras fetiche, que le sirven de burladero y escudo cuando quiere justificarse de algo que ha hecho mal. En el siglo veinte, la palabra tótem era el adjetivo «sociopolítico». Hasta si matabas escudándote en un motivo sociopolítico, tus crímenes gozaban de mayor indulgencia. En nuestro nuevo siglo, las palabras fetiches –para quitarse culpas y responsabilidades de encima– van a ser los adjetivos «sistémico» y «estructural». Cuando aparece la corrupción dentro del gobierno –como nos ha sucedido ahora en España– siempre emerge oportunamente quien habla de que el fallo corresponde a todo el sistema. Lamenta que el sistema no funciona y que la corrupción es estructural.

Yo no lo creo. Esa argumentación es solo una forma de escapar a la realidad, a la culpa y las responsabilidades. El sistema que hemos diseñado para gobernarnos no es perfecto, pero es el menos malo que hemos tenido hasta la fecha en la Historia de nuestro país. Que no sea inmune a la corrupción no es cuestión de su propio andamiaje. La corrupción se debe a decisiones personales, absolutamente libres e individuales, de personas concretas. Dejemos de esperar de una vez un mundo a prueba de idiotas.

Son perfiles de personalidad muy concretos los que un día deciden saltarse a la torera todos los códigos éticos. Son esas decisiones personales, en cada caso, lo que marcan el serpenteante camino por el que un concejal de pueblo navarro termina en el gobierno mercadeando con sueldecitos y enchufes y su amigo presidente tome la decisión de no verlo. No hay más. Su nivel humano está en los propios audios, reconocido en sus propias palabras por los protagonistas. Ahí, la estructura, el sistema, el contexto pintan muy poco. Es la persona. Sus decisiones. Su vida. Como decía un amigo –que por cierto es un gran escritor– afortunadamente nunca oirás al juez llamando al contexto a declarar.