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Insensateces

Sofía

El tiempo y la calma, sus más fieles aliados, han conseguido engrandecer su figura. Por eso es justo que reciba todos los reconocimientos

Lo del Toisón de Oro a la Reina Sofía, ese broche y la acreditación que confirma que pertenece a la Orden de Caballería más prestigiosa de España, es un gesto mayúsculo. Es la primera vez que recae en una consorte. Y no es una consorte cualquiera. Es la mujer que, calladamente, ha trabajado siempre para no sacar los pies del tiesto, para no desmerecer de la importancia del trabajo encomendado. Mientras el Rey Juan Carlos ha sido cualquier otra cosa muy alejada de la discreción, la emérita ha tratado siempre de permanecer donde consideraba debía estar. El deber siempre por delante, hasta cuando era casi irrespirable cumplirlo. Los «errores de hombre», a los que el Monarca hace referencia en sus memorias, no parecen haber hecho mella pública en la dedicación de Sofía para su familia y, especialmente, para su hijo, al que vimos especialmente emocionado durante el acto. No es de extrañar, por tanto, el respeto que recibió en las palabras de Felipe VI y de otros intervinientes y galardonados, que siempre supieron de su lealtad. Una mujer admirable, dijo Felipe González. Y así ha sido. El tiempo y la calma, sus más fieles aliados, han conseguido engrandecer su figura. Por eso es justo que reciba todos los reconocimientos. No por haber soportado las infidelidades de su marido calladamente, no. Se trata de valorar una vocación de servicio que está muy por encima de las actitudes agrandadas y hasta horteras de su señor esposo.

Así que, esa entrega, merece el reconocimiento público que ha recibido. Incluso merece que Javier Solana, exministro socialista y ex secretario general de la OTAN, no fuera capaz de embridarse el cariño y el afecto hacia la persona con la que ha pasado muchos ratos durante estos 50 años.

Quizá, todo este afecto alrededor de su figura, sea una nueva forma de contemplar a las mujeres que, durante muchos años, han ocupado siempre lugares en sombra. Mujeres que dejaron olvidadas sus propias preferencias o gustos, para cumplir con unas obligaciones ingratas y hacerlo sin aspavientos. También les digo: ojalá y la Reina Sofía sea la última. Ojalá y todas podamos brillar, decidir, negarnos y pegar un puñetazo en la mesa. Hasta entonces, gracias, Señora.