El buen salvaje

La testiga

Peinado va un poco tenso y eso pone nervioso al presidente, y por eso escribe cartas

Imagino a Pedro Sánchez en la escena del mejor Almodóvar y de la mejor Chus Lampreave: «Ya me gustaría a mí mentir, pero es lo malo de las testigas, que no podemos». «Mujeres al borde de un ataque de nervios», como es de suponer que estará Begoña, nos dejó otros momentos antológicos que valdrían también para este caso, como los orfidales en el gazpacho. Ya quisiera Sánchez que el día de la presunta declaración el juez Peinado tomara unas pastillas con tomate, pepino, etc, y que despertara sin la rigidez de las vírgenes.

Peinado va un poco tenso y eso pone nervioso al presidente, y por eso escribe cartas. El epistolar es el peor de los géneros. Imagino al escritor pensando en qué creerán cuando lo lean, años después. Son tan intensos que me provocan ansiedad. Ninguno tenía gases ni le apetecía ir al excusado. Borges, en ese sentido, es el peor Rimbaud. Sánchez, en ese sentido, es una mala versión de Marian Rojas Estapé.

Tal vez sea el peor presidente de nuestra historia reciente (habría que estudiar esta afirmación, en cualquier caso, que a veces hablamos con demasiada ligereza), pero en lo personal no hay ningún otro que lo supere. Quiero estar en un lío y que me salve Pedro. Escribo en serio. No hay mejor marido. A estas alturas de la vida ya solo aguanto a los que podrían dar, aunque solo sea un rato, su vida por mí. Yo respondo en consecuencia. En ese sentido, ficharía a Sánchez. Pero no es ese el asunto. Mis particulares elucubraciones, ahora, de repente, tan «progres», nada tienen que ver con el sentir general, que es de lo que venimos a hablar. Una cosa es que me guste Pedro, como el Marlon Brando de «El último tango en París», y otra que acepte la mantequilla a traición, que es lo que hizo el mejor actor de todos los tiempos con una vulgar y dolida Maria Schneider. Vuelvo a ese momento testiga en Moncloa. Si sale de esta, escribiré cien veces: «No vuelvas a criticar a Pedro Sánchez». Épico, lírico, mayúsculo. Esdrújulo frente a un llano Feijóo. Aunque este último tenga razón, Sánchez tiene emoción, que es lo que ando buscando.