Aquí estamos de paso

Tiene que ver, y mucho

Ya quisieran ella y su partido y su gobierno que Santos Cerdán no tuviera nada que ver con el Partido Socialista

Sostiene la vicepresidenta Montero, señora de la Hacienda Pública y enésima candidata gubernamental a la debacle autonómica, que Santos Cerdán es «una persona que no tiene nada que ver con el Partido Socialista». No sé si ha elegido mal las palabras o éstas le brotan tan deprisa que es incapaz de controlarlas, pero es evidente que una afirmación así supone una innovación verdaderamente revolucionaria en el estupidiario que el socialismo noqueado utiliza como herramienta argumental ante el incendio que ya le ha dejado sin futuro y consume por horas su presente.

Al viejo y gastado argumento de que actúan con velocidad y contundencia (no como otros), suman aquello tan pintoresco y cómico de «ese señor del que me habla». O sea, somos firmes, la oposición no -versión chusca del «ytumás»- y además no conocemos al caballero.

Cerdán era hasta hace día y medio el compañero por el que todos ponían la mano en el fuego. Todos. En el gobierno que ya no sabe quién es y el partido que ha olvidado dónde estaba su despacho, hay una larga lista de compañeros y compañeras que esconden las manos no sea que se les vaya a quemar la buena en el incendio que está a punto de alcanzar el «flashover», o sea, la combustión súbita generalizada. La ministra de Hacienda, cuya tendencia al sacrificio autoinmolador es sobradamente conocida, vuelve a jugar a ser la «grupi» del grupo, la más afectada de los afectados y riza el rizo del surrealismo negando la existencia de un caballero que mandaba en el partido más de lo que ella ha mandado -y voy a arriesgar aquí con una especulación muy suya- en su propia casa, en su gobierno. No es negar tres veces antes de que cante el gallo. Lo suyo es confrontar la evidencia a la ensoñación y pretender que deglutamos alegremente que la segunda vale más que la primera.

Ya quisieran ella y su partido y su gobierno que Santos Cerdán no tuviera nada que ver con el Partido Socialista. Como ya quisiéramos los españoles que no tuviera nada que ver con el equilibrio de poder que ahora sustenta al gobierno. No se borra el pasado con las decisiones del presente por mucho que se pretenda enmendarlo. Ahí está, y ahí se queda, y sobre él se toman las decisiones de futuro. Es como pretender que el padre de tu hijo deje de serlo una vez se ha convertido en tu ex.

Pobre Partido Socialista, en manos de quién está y qué valedores le quedan. El trauma y el desconcierto, la incertidumbre ante lo que pueda aún venir es el gas paralizante. Pero el argumentario tosco e infantil con los bordes de insolvencia mental que muestran algunos no hace sino ahondar la herida, secar el cemento a sus pies atrapados. Sobre todo ante la evidencia de que el señor que negoció los equilibrios de intereses que mantienen el gobierno de Pedro Sánchez empieza a perfilarse con muy pocas dudas, si es que alguna queda, como alguien que era capaz de venderse al mejor postor. No se trataba de un hábil negociador, sino de un comerciante sin escrúpulos. Y con esa persona y esa condición de dudosa moralidad se conformó la mayoría de gobierno de España.

Claro que tiene que ver. Todo.