Y volvieron cantando

Trenes y violencia de género

Los trenes lentos y averiados llenos de viajeros desesperados pasan a segundo plano y el foco se centra en asuntos como la violencia de género

Pues ahora viene a resultar que en Extremadura, los argumentarios de la izquierda con la violencia de género a la cabeza –lacra dicho sea de paso a todas luces combatible– son más fáciles de abrazar por la derecha que problemas enquistados que ruborizan a esta región ante el resto de España como son los trenes sin funcionar varados en mitad de la nada. Salvados los cuatro años de la legislatura en la que el popular Monago fue presidente de la Junta, Extremadura se ha convertido en la comunidad autónoma donde más tiempo ha ejercido el poder el partido socialista, cuatro décadas bajo las mismas siglas en el ejecutivo de Mérida son lo más parecido a todo un régimen sujetado en claves de bóveda como el PER, ya saben, esa fórmula de emolumentos mínimos universales creada para Andalucía y Extremadura por los primeros gobiernos de Felipe González cuando tenía razón de ser, dado el riesgo real de miseria en estas comunidades en unos tiempos en los que todavía no habían llegado los avances sociales de la mano de los dineros europeos, un PER ahora convertido en pan para hoy y llave de no pocos votos cautivos, en una región donde el PSOE ha sabido travestirse históricamente de tintes nacionalistas abanderando el victimismo frente al resto de la España explotadora, especialmente cuando toca pedir el voto.

Dato especialmente sangrante del estancamiento bolivariano de esta región es que, de los cuatrocientos mil ciudadanos que componen su población activa, casi la cuarta parte, noventa mil trabajan por cuenta del erario público. Ni hay iniciativa privada, ni emprendimiento, ni nada que se les parezca pero eso sí, viene ahora la cabeza de la alternativa de cambio votada por unos extremeños al límite y hace punta de lanza de aquellos argumentos en los que la izquierda es imbatible a la hora de tirar de demagogia. Es el sino del PP durante décadas en España, el complejo ante lo políticamente correcto marcado por los adversarios. Los trenes lentos y averiados llenos de viajeros desesperados pasan a segundo plano y el foco se centra en asuntos como la violencia de género. Las palabras que me expresaba el alcalde del PP en una localidad cacereña resultaban descarnadamente indicativas: «hemos votado a Guardiola para que nos venga con el discurso de Podemos». Ni oficio, ni beneficio, ni gobierno. Extremadura siempre vagón de cola.