Historia

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1898

En estos retos generacionales se originan «mentalidades», revolucionarias e importantes reacciones psíquicas colectivas; posturas intelectuales y culturales

La Razón
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No hay en la Historiografía española acuerdo acerca del significado, del sentido del significado del 98, en definitiva, de la identidad de la crisis ocurrida en la guerra entre la armada estadounidense y la española, en la que España pierde Cuba, entre otras posesiones ultramarinas. La falta de acuerdo historiográfico es lamentable, sobre todo porque es demostración de la inexistencia de una escuela histórica española, en la que concurre un predominio de individualidades en que cada una de ellas se cree en el país de los enanos y otorga un predominio absoluto al positivismo y la evolución, consiguiendo que la búsqueda de nuevos árboles no dejen ver el bosque.

Confróntese un serio historiador como es Manuel Espadas Burgos en un importante análisis que tituló «Las lecturas históricas del 98», donde demuestra que Cuba es el árbol que ha impedido ver el bosque. Pero, ¿cuál es el bosque? El auge de Pierre Renouvin, que llevó a condición internacional a dos grandes historiadores y catedráticos españoles: Jesús Pabón y Suárez de Urbina y José María Jover Zamora, lo que originó una categoría de pesimismo político, que no trascendió al ámbito social.

El gran pensador español Xavier Zubiri reclamó que, en razón de la situación, hay que insistir que debe pensarse en el fin del «gran colonialismo» y el comienzo del «imperialismo de grandes potencias económicas, creando áreas de interés y estrategias económicas y políticas de dominio».

Las razones de las generaciones del siglo XIX se ponen de relieve en los grandes océanos estratégicos dominados por los mares, más equilibrados por peninsulares, que impulsaron generaciones históricas que se sucedieron desde 1898, 1923, 1948, 1973... En estos retos generacionales se originan «mentalidades», revolucionarias e importantes reacciones psíquicas colectivas; posturas intelectuales y culturales. Ello quiere suponer que no existe una generación del 98, sino una generación histórica finisecular, donde se origina una acumulación íntegra del espíritu del siglo y un «tiempo internacional» de proclividad respecto al cambio de enorme tensión. De modo, pues, que la «crisis del 98» se radica en la generación que cierra el siglo XIX con el fenómeno cultural del Romanticismo, representado como un conflicto entre razón y sentimiento generador de un impulso potencialmente fuerte, que influye con considerable impacto en la cultura, creando un tiempo de emplazamiento, de realidad histórico-cultural.

De este modo, 1898 sería un tiempo de emplazamiento –de situación– que conduce a una realidad cultural. ¿Qué es cultura? Respuesta a un sistema, extremadamente complejo de necesidades humanas, que trata de ofrecer un abanico de soluciones a tales necesidades, pues hoy no puede seguirse manteniendo tesis relativistas de particularismos culturales, ya que la cultura radica en la identidad del uso de las respuestas que permiten originar actitudes comunes en aquellos que viven una antítesis tradición-innovación en el tiempo, en el espacio y en el plano de la experiencia, en una función compleja que ha preocupado, y muy fuertemente, a analistas del tiempo como son Heidegger y, sobre todo, Nicolai Hartmann, hasta incluso configurar una cultura hispana. ¿Puede hablarse de una cultura hispánica? En mi libro «España: Historia de una Nación» me refiero a la dinámica histórica que lo hace posible: unidad nacional, pensamiento político, América como misión nacional, el arte como estética teológica, la literatura como preocupación, la Monarquía como horma constituyente.

Preguntémonos, tras esta reflexión, ¿1898, desastre? Los que así lo piensan olvidan que durante tres generaciones (1825/1905) los hispanos vivieron la conciencia mitificada del «fracaso americano», hasta conseguir una mentalidad de distancia que impidió apreciar lo positivo de una reconstrucción en el pensamiento de Occidente.