Aunque moleste

Trump como coartada

Sánchez encuentra en el trumpismo escudo perfecto para su supervivencia

Asediado por la presunta corrupción de su entorno, Sánchez ha hallado en Trump la coartada que precisaba para zafarse de las miserias de la política española, entregándose a la causa de liderar la lucha contra la internacional ultra que, según él, acecha al mundo. Nada mejor para quien no ve en su país más que causas de incomodidad, ora con su mujer, su hermano o su fiscal general, ora con los reveses parlamentarios de Puigdemont. Mientras habla de Trump, evita lo demás. Es lo que hizo en Davos, foro mundial del globalismo woke que le ampara, donde se extendió en alusiones a los peligros que suponen para el planeta las políticas trumpistas y, sobre todo, el nuevo y declarado demonio del progresismo mundial, Elon Musk. Tanto que llegó a decir que «sólo nosotros defendemos la verdad». Curioso porque lo afirma quien está acusado de mentir sin parar en todo cuanto hace o emprende, en sus promesas electorales, en la relación con sus socios o en las medallas que se pone para decir, sin sonrojarse, que estamos liderando al mundo en avances sociales y económicos. No tiene límites en su capacidad de exagerar o cambiar de criterio. Ahora, derrotados Biden y Kamala en las urnas, apartados del poder Trudeau y los Kirschner, con Macron y Scholz en retirada, se nos presenta Sánchez como líder del wokismo mundial, ungido por los banqueros de Davos, aireando el discurso contra «los tecno-millonarios que quieren acabar con la democracia». En realidad, sólo se refiere a un «tecno-millonario», que es Musk. Los otros, Bill Gates y Soros, los mega-ricos que le protegen, no atacan según él a las democracias, por mucho que financiaran la censura en las redes y la cultura de la cancelación para acabar con la disidencia bajo la excusa de la «desinformación». ¿Quiénes desinforman? Sánchez no. Sánchez nunca miente. Siempre dice la verdad, y tiene autoridad, pese a gobernar tras perder las elecciones, para justificar que Rumanía cancele el resultado de unos comicios porque los ganó un señor al que ellos llaman «ultra», o avisarnos de que Europa hará lo mismo en Alemania si triunfa la AfD de Alice Weidel. Raro es que hayan permitido los gobiernos de Milei en Argentina y Meloni en Italia. Y no digamos ya a Trump. Hay que reconocer que el nuevo presidente USA es un tipo inclasificable, que nos puede sorprender cada día con iniciativas incorrectas. Pero es lo que los americanos han votado con una mayoría aplastante, en el Congreso y el Senado, en el voto popular y el voto por Estados. Si defendemos la libertad y la democracia, habrá que defender que gobierne quien elige la gente, no quienes deciden unas élites que pretenden dirigir el mundo sin presentarse a las elecciones, como lo son los patrocinadores de Sánchez.

La contienda ha comenzado, y no es entre la derecha y la izquierda, como cree la mayoría. Es del globalismo contra el soberanismo. En el primero militan los defensores del gobierno mundial, y los hay de derechas y de izquierdas. Desde Podemos hasta Sánchez, pasando por Macron o el republicanismo pre-Trump. En el soberanismo está la derecha que llaman «ultra», pero también izquierdas como la de Sahra Wagenknecht en Alemania, contrarias al wokismo, la inmigración ilegal y la cancelación. Es la batalla.