
Quisicosas
El valor de Pedro Sánchez y la olla de María José Navarro
Yo no dudo de que el presidente aguante, lo que me pregunto es si le merece la pena
Contó la gran María José Navarro la hilarante anécdota de la olla exprés de su madre que estalló en la cocina y me recuerda a lo que se está cociendo. La mitad de la gente piensa que hay menos democracia con Sánchez pero, siempre según NC Report, el 60 por 100 de los votantes del PSOE creen que con Sánchez hay más democracia. Sánchez será muy listo y guapo y tendrá baraka y lo que quieran, pero sobre todo tiene la fortuna de que hoy lo que importa es tener bando y estar con Trump o contra él, con Putin o con Ucrania, con los israelíes o los palestinos, sin grises. En ese mar surfea bien. Por eso dice el Huftingtonpost que la manifestación del pasado domingo «extenúa al PP -que pierde votos por Vox- y alienta a la izquierda, que cierra filas».
En Moncloa repiten que Sánchez está tranquilo, pero no me gustaría amanecer en la cama de Begoña y comerme los huevos del desayuno evitando hasta El País, que abre todos los días que puede con Mazón, pero después no tiene más remedio que contar lo de Ábalos-Cerdán-Koldo-García Ortiz. Yo no dudo de que el presidente aguante, lo que me pregunto es si le merece la pena. Comprendo que sin presupuestos, sin aprobar leyes, enfrentado al poder judicial y enfangado en juicios de corrupción pretenda ganar tiempo para no acabar en la ergástula, pero el remedio puede ser peor que la enfermedad. Mangonea a la UCO, hace concesiones al nacionalismo catalán e impulsa a Otegui en las encuestas.
Michel de Montaigne recordaba en uno de sus deliciosos y superficiales ensayos el castigo, a veces con la muerte, por obstinarse sin fundamento en la defensa de una plaza. «El condestable de Montmorency en el cerco de Pavía estuvo encargado de atravesar el Tesino para instalarse en los barrios de San Antonio; se oponía a la realización de la orden una torre con gente armada que había en el extremo del puente y que se defendió obstinadamente hasta la derrota». La valentía, escribe el autor francés, «como todas las demás buenas prendas, tiene sus límites; traspuestos estos el hombre se encuentra en mal camino, de tal suerte que un exceso de valor conduce a la temeridad y a quien no conoce los linderos del bien obrar -que no son fáciles de precisar- a la obstinación y a locura». El condestable tomó la fortaleza e hizo ahorcar a todos los que la habitaban. Por cierto, la olla de la madre de Mari Jose estalló y acabó empotrada en el techo de la cocina después de rociar todo de lentejas.
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