A pesar del...

La vivienda y el mito del sereno

Lo deseable es controlar los precios y construir básicamente viviendas públicas, con más gasto, más regulaciones y más prohibiciones, pero no hacen ninguna referencia a sus costes y efectos no deseados

Los antiliberales rara vez se autodenominan así. Lo que suelen hacer, en cambio, es despreciar la libertad, ignorarla, o alegar que no existe. Tomarla, en suma, por el mito del sereno.

Hace poco la prensa gubernamental celebró la publicación de un estudio que desmontaba los «mitos» sobre la vivienda. Sus autores son dos profesores de la Universidad Politécnica de Cataluña, Josep Roca-Cladera y Blanca Arellano-Ramos, y lo publicaron recientemente en la revista Ciudad y Territorio Nº 225, editada por el ministerio de Vivienda.

Resumen así su tesis: «¡se ha de construir más vivienda protegida!!». Cabe sospechar de quienes argumentan con vehemencia, y más aún si necesitan doble signo de admiración. Como en este caso, el énfasis suele llevar aparejada una argumentación endeble.

Su tesis es que no hay ningún problema de oferta de viviendas, porque ni faltan casas ni falta suelo. Como el encarecimiento tiene lugar en toda Europa, tendría que haber una restricción de la oferta por doquier: «No parece que eso sea verosímil». En realidad, es verosímil porque el intervencionismo es generalizado, y no solo en Europa.

Subrayan que hay casi cuatro millones de inmuebles vacíos, como si eso fuera un argumento, ignorando tanto su localización como la inseguridad jurídica que desincentiva la puesta de pisos en el mercado.

Concluyen: «construir mucha más vivienda no comporta necesariamente, en el mercado residencial, una reducción de precios», y su prueba es la burbuja. Sin embargo, no hacen ninguna referencia a la demanda artificialmente inflada por la prolongada represión de los tipos de interés.

Sus argumentos son frágiles, y en ocasiones llamativos como cuando aseguran que el sector inmobiliario es «intrínsecamente oligopólico», un curioso oligopolio con numerosos oferentes. Pero les basta para precipitarse a concluir: «Urbanizar más no es la solución», y a rechazar a los liberales perversos que «esconden el recóndito deseo de alentar de nuevo políticas indeseables».

Lo deseable es controlar los precios y construir básicamente viviendas públicas, con más gasto, más regulaciones y más prohibiciones, pero no hacen ninguna referencia a sus costes y efectos no deseados. Ni mucho menos al derecho de propiedad de la gente. Se legisla quebrantándolo, y se logran automáticamente viviendas asequibles «para el conjunto de la ciudadanía», nada menos.

Y así, entre reproches a los «negacionistas» y «apocalípticos», anuncian el paraíso inmobiliario socialista. Tan solo debemos tomar la libertad por el mito del sereno.