Y volvieron cantando

El ventilador del «koldocosmos»

El buen ejemplo cunde cuando se separa del cesto a las manzanas podridas, pero también a las picadas y no enfocando el ventilador sobre ciudadanos anónimos INOCENTES con mayúsculas

Hay mentiras que de tanto repetirlas atraviesan cualquier tragadera, especialmente la de la feligresía propia, ya saben, ese núcleo de adeptos que conforman lo que se conoce como el suelo de los grandes partidos. El PSOE es la formación política con más solera en la historia de nuestro país y su papel siempre ha sido preponderante en el cocinado de los grandes acontecimientos –de algunos para ser más exactos, dada una larga etapa de hibernación dentro de su siglo y medio de edad– pero sobre todo, nunca ha dejado de venderse ante propios y extraños como la clave de bóveda en los grandes logros del progreso democrático español como el partido paladín en la defensa de la igualdad de género, los derechos de los trabajadores, la honradez y la transparencia en la gestión de la cosa pública… y la verdad es que el argumentario, salvados algunos momentos renqueantes, ha colado, tal vez porque la vitola de sus páginas más dignas –que tampoco han sido menores– se ha hecho prevalecer sabiamente sobre poco edificantes episodios de los que dan fe los libros de historia, las hemerotecas o las fonotecas y que no sitúan precisamente al partido socialista absolutamente ante nadie como referencia de transparencia, lucha contra la corrupción y defensa de la honradez pública.

No seré yo quien haga registro de los casos de corrupción en los que han estado implicadas personas ligadas al PSOE –que para eso ya están sus adversarios políticos– pero la estrategia de lavar los propios trapos a costa de señalar los del de enfrente, ni resulta edificante ante lo que exige una ciudadanía harta de prerrogativas entre los políticos, ni muestra ropajes inmaculados, sobre todo porque episodios como el del caso «Koldo» o «Ábalos» si prefieren –que por el montante y ramificaciones se acerca más a una Gürtel socialista que a un caso de malandrines tipo Juan Guerra– requieren de algo más que controles de daños y cortafuegos en torno a determinados nombres propios, si realmente quieren convencer al personal (a la parroquia más cafetera no hace falta) de que eso de la «Koldosfera» es un invento de la fábrica de ocurrencias Díaz Ayuso.

El buen ejemplo cunde cuando se separa del cesto a las manzanas podridas, pero también a las picadas y no enfocando el ventilador sobre ciudadanos anónimos INOCENTES con mayúsculas, decisión judicial mediante. Ergo, lecciones de pureza sí, pero limpiando las boñigas del patio propio.