Y volvieron cantando
El vértigo de la pensiones
El Ejecutivo actual puede que haya dado un salto en el aire y sin red, en el que por primera vez no se establece a largo plazo una garantía de equidad entre gasto y recaudación
Hace más de dos décadas pude ser testigo durante una cumbre socialista europea en Portugal, de unas declaraciones de Felipe González en las que venía a reconocer en primera persona su temor por llegar a la edad de jubilación y no poder cobrar la pensión en su integridad –el ex presidente tenía por entonces 55 años– un análisis aparejado a la recomendación por acceder en la medida de los posible a los seguros privados cuya polvareda tuvo incluso reflejo posterior en una huelga general. La osadía de Felipe en su ataque de sincero pragmatismo le costó cara y desde entonces no ha habido jefe de gobierno dispuesto a jugársela. Pero ocurre que, plantados ahora en 2023 con los «baby boom» mirando a la Seguridad Social con el ¿qué hay de lo mío? y con un IPC disparado al que hay que responder con las correspondientes subidas en línea con la promesa del Gobierno social-podemita, a lo que se añade una preocupante disminución de la natalidad, tal vez no basten las simples cataplasmas aplicadas durante décadas y por mucho que algunos sigan creyendo que un derecho, una prestación o el acceso a bienes gratuitos están garantizados por el mero hecho de reflejarse con letras de oro en una constitución o en la mismísima declaración de derechos humanos d la ONU.
Tan cierto es que no ha habido un solo gobierno en toda nuestra democracia con la valentía suficiente para afrontar una profunda reforma que garantice a futuro el sistema de pensiones, como el hecho de que el Ejecutivo actual puede que haya dado un salto en el aire y sin red, en el que por primera vez no se establece a largo plazo una garantía de equidad entre gasto y recaudación, con el consiguiente vértigo, no tanto para los actuales pero sí para los futuros pensionistas que pueden convertirse en el último eslabón previo al abismo, tras una sucesión de patadas hacia adelante, siempre condicionada por el cortoplacismo de evitar una debacle electoral fruto del realismo y la responsabilidad.
Núñez Feijoo mostró su preocupación en Bruselas –claro está a puerta cerrada por lo impopular de la impresión– mientras el ministro Escrivá se apresura a tranquilizar a la lupa europea señalando a futuros aumentos recaudatorios, pero ocurre que el problema no parece ya susceptible de guardarse en un cajón hasta que escampe ergo, la pregunta es… ¿a qué gobierno le explotará en las manos?
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