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La situación

Votaciones perdidas

«Los socios solo lo fueron para la investidura, pero no para sostener una legislatura con un mínimo de coherencia parlamentaria»

En política, cualquier cosa puede ocurrir. No es descartable, por tanto, que, en el último minuto disponible, Carles Puigdemont decida cambiar su criterio, y ordene a sus siete diputados que apoyen la reducción de la jornada laboral, el gran proyecto político de Yolanda Díaz, y al que se agarra cual clavo ardiendo.

Pero, si las cosas suceden como están previstas a la hora de escribir estas palabras, el proyecto no prosperará, y se añadirá a una lista, cada día más extensa, de votaciones perdidas por el Gobierno, o de votaciones que iba a perder y cuya derrota evita Moncloa, retirando el texto antes de que los diputados pulsen el botón del no.

Que situaciones como esa se repitan cada mes –y casi, cada semana–, no las convierte en parte de la normalidad. Porque lo normal en las democracias parlamentarias es que el gobierno gane las votaciones y la oposición las pierda. Lo contrario puede ocurrir de forma episódica, pero no se sostiene si se convierte en lo habitual. De ser así, el gobierno no gobierna. Y, como la oposición –es obvio– tampoco gobierna, entonces no gobierna nadie.

Esta situación ilógica e irracional es la que rige en España. Muestra que Moncloa está en el poder y le sirve con eso, para evitar que en el poder estén otros. Sus socios solo lo fueron para la investidura, pero no para sostener una legislatura con un mínimo de coherencia parlamentaria.

Esa misma incoherencia se aprecia en casos como la comparecencia del presidente este lunes, para anunciar medidas urgentes contra Israel. Porque después ha aplazado algunas, al no saber cómo aplicarlas, ni si todas son legales, ni si se ajustan a la normativa europea. El procedimiento responsable es justo el contrario: primero confirmas que puedes hacerlo, y después lo anuncias. Pero en ese caso se perdería el efecto propagandístico, que es la tarea a la que más tiempo y esfuerzos dedican en Moncloa.

Pedro Sánchez ha conseguido llegar a estas alturas de septiembre y, parafraseando aquella famosa película de Fellini, la nave va, que es de lo que se trata. Gobernar es secundario.