La situación

Te voy a hacer la autocrítica

«La culpa es de la ola reaccionaria que, según esa tesis, ha convertido en trumpistas a millones de españoles»

En 1959, los dirigentes del Partido Comunista de España en el exilio –alejados, por tanto, de la realidad del país– estaban convencidos de que las contradicciones del régimen franquista ofrecían una oportunidad para hacerlo caer. Y, desde el exterior, convocaron a los españoles a una –así bautizada– Huelga Nacional Pacífica (HNP) que debilitara al dictador y derribara su dictadura.

Fracasado el intento, el Comité Central del PCE se reunió para analizar los efectos de la HNP. A la vista de que nadie asumía el error estratégico, el escritor Jorge Semprún tomó la palabra para pedir una autocrítica, a lo que un hiperventilado miembro de la dirección del partido respondió de mala manera: «¡Te voy a hacer yo la autocrítica!». Incluso acusó a Semprún de ser un intelectual.

Ha pasado una semana desde que la coalición PSOE-Unidas Podemos sufrió un brusco encontronazo con la realidad de un país en el que sí vive (al contrario que aquellos exiliados dirigentes del Comité Central), pero cuyo estado de ánimo no ha sabido interpretar adecuadamente. Y en estas jornadas posteriores al 28M no ha sido fácil encontrar un mínimo análisis autocrítico. La culpa es de la ola reaccionaria que, según esa tesis, ha convertido en trumpistas a millones de españoles que no saben apreciar la calidad del caviar político del que disfrutan gracias al gobierno de la nación.

«Autocrítica ni de coña» (sic), nos advertía en las redes sociales un conspicuo propagandista de los que merodean alrededor de quien quiso –y no supo– asaltar los cielos. Pero tampoco el presidente del Gobierno ha considerado necesario hacer en público un mínimo análisis de las pérdidas electorales porque, en su criterio, son fruto del poder que ejercen poderes económicos oscuros a través de sus medios de comunicación, entregados a la causa de destruir el proyecto progresista desde la extrema derecha y la derecha extrema. Y en este plan.

Es discutible que insultar a quienes no te votan vaya a suponer un incentivo para que sí te voten en las siguientes elecciones. Pero, quizá lo consigan. Sería, en cualquier caso, sin hacer autocrítica, porque nada hay peor que ser acusado de intelectual.