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Un especial Año de la Familia
El Papa reactiva su exhortación «Amoris laetitia» en su quinto aniversario, en la que abría una rendija para permitir la comunión de divorciados vueltos a casar
Cuando Francisco estampó su firma el 19 de marzo de 2016 en la exhortación apostólica «Amoris laetitia» sabía lo que se le venía encima. No en vano buscaba dar un vuelco a la pastoral de la Iglesia sobre la familia con un horizonte definido: sin renunciar al ideal cristiano del matrimonio, abrazar a los hogares que no lo alcanzan por estar «heridos». Para ello convocó dos sínodos en dos años consecutivos con la consiguiente resistencia del ala más conservadora de la casa que ya se había levantado en armas ante lo que pudiera proponer. Y llegó a través del documento que en breve cumple cinco años, en forma de nota al pie, la número 351 del párrafo 305, que abría algo más que una rendija para permitir la comunión de los divorciados vueltos a casar.
Un lustro después de su publicación, Bergoglio busca que el documento magisterial no se quede en esta acotación, pero tampoco cogiendo polvo en las estanterías eclesiales como algo que pudo ser y se quedó en un intento. Por eso, ayer convocó oficialmente «un Año Especial dedicado a la familia» que arrancará en la fiesta de san José de 2021 «para profundizar en el contenido del documento mediante propuestas e instrumentos pastorales para acompañarlas en su viaje». En el marco del rezo dominical del ángelus instó a todos los católicos del planeta a «sumarse a las iniciativas» que se pilotarán desde el Dicasterio para los Laicos, la Familia y la Vida de aquí al 26 de junio de 2022 cuando Roma acoja el X Encuentro Mundial de las Familias.
Desde la Biblioteca Apostólica del Vaticano y en soledad, con una plaza de San Pedro clausurada por la pandemia, el Papa comentó que «estamos llamados a redescubrir el valor educativo del núcleo familiar: debe estar fundado en el amor que siempre regenera las relaciones y abre horizontes de esperanza». Dejando los papeles a un lado, miró a la cámara que le permitía conectar con la muchedumbre más allá de los muros vaticanos, para recetar a los matrimonios tres palabras que se han convertido en un clásico papal: permiso, gracias y perdón. «Permiso para no ser invasivo en la vida de los demás», aclaró. «Gracias por tantas ayudas y servicios que hacemos unos y otros en casa». Para completar el triángulo, Francisco recordó que el «perdón es la palabra más difícil de pronunciar. Si discuten en la familia, que no termine el día sin hacer las paces. Porque la llama fría del día siguiente es muy peligrosa», alertó. Con este lenguaje y tono de párroco que conoce a los feligreses por su nombre y con sus circunstancias, llamó a los cristianos a «redescubrir el amor conyugal y familiar» al estilo de esa exhortación apostólica que marca un antes y un después y que, entre otras cosas, plantea que la Iglesia no puede presentar sus leyes morales como si «estuviera lanzando piedras sobre la vida de las personas» o como si todo fuera «blanco o negro». «No se puede decir que todas las personas que viven en una situación que denominamos ‘irregular’ estén viviendo en pecado mortal», escribía el Pontífice jesuita en «Amoris laetitia», lo que para no pocos pastores ha supuesto un torpedo en la línea de flotación de la tradición, dando argumentos a quienes ya criticaban al Papa. De frente se topó, por ejemplo, con el cardenal alemán Gerhard Müller, prefecto en ese momento de Doctrina de la Fe –la antigua Inquisición–, que en cada intervención pública enmendaba la plana a su jefe dejándole caer que «lo pastoral no puede sobrepasar la doctrina» o recordándole, sobre la indisolubilidad del matrimonio, que «el Papa es el guardián, no el productor de la doctrina». Junto a Müller, otros tantos obispos que de forma velada han decidido pasar de puntillas por el documento para no aplicarlo en sus territorios.
La respuesta del Papa se ha traducido en mantener la velocidad de crucero en la acogida a las familias calificadas como «irregulares» y en la aplicación de su documento. ¿En qué se traduce este aterrizaje? No renovar a Müller como ministro y acometer reformas tan relevantes como la refundación del Instituto Juan Pablo II de estudios sobre la familia, así como la gratuidad y la simplificación de los procesos de nulidades matrimoniales, y con gestos como incluir por primera vez en la historia de la Iglesia una ponencia sobre cómo dar la bienvenida a los católicos LGTB, a sus padres y sus familias.
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