Acto de valentía
La monja y el Papa que quieren parar “de rodillas” la violencia en Myanmar
Francisco respalda a la religiosa Ann Un Thawng, que se plantó con los brazos abiertos para frenar la acción de los militares contra los jóvenes que reclamaban democracia
“Yo también me arrodillo en las calles de Myanmar y digo: ¡que cese la violencia! Yo también extiendo mis brazos y digo: ¡que prevalezca el diálogo!”. De forma enérgica, esta mañana Francisco imploraba el fin de los abusos en Myanmar, cuando se cumple un mes y medio desde el golpe militar que derrocó y arrestó a la primera ministra de facto y Premio Nobel de la Paz, Aung San Suu Kyi.
El Papa utilizaba el verbo arrodillarse en una referencia directa a la imagen de la religiosa Ann Un Thawng que hace unos días dio la vuelta al mundo, después de que se pusiera frente a los militares para evitar que actuaran contra un grupo de jóvenes que se manifestaban a favor de la democracia.
“Una vez más y con tanta tristeza siento la urgencia de evocar la dramática situación de Myanmar, donde tantas personas, especialmente jóvenes, están perdiendo la vida para ofrecer esperanza a su país”, señalaba Francisco durante la audiencia general de los miércoles, celebrada a puerta cerrada por el repunte de los contagios de coronavirus en Italia. El Santo Padre subrayó que “el derramamiento de sangre no resuelve nada”. “¡Que prevalezca el diálogo”, añadió, consciente de que, al menos 150 personas han fallecido fruto de las revueltas generadas en el país.
“Me sorprende que, según me dicen, la palabras del Papa hayan sido inspiradas por mi gesto de arrodillarme y extender las manos al cielo. Lo hice de corazón. Estos son los gestos de cualquier cristiano que se preocupa por la humanidad”, señalaba la monja javeriana después de enterarse de la alocución de Francisco. La consagrada no dudó en mostrar su “profundo agradecimiento” al Papa “porque se acuerda de nosotros”. “Conoce Myanmar, estuvo entre nosotros en 2017. Nos reconforta y anima el hecho de que el Papa apoye con nosotros el fin de toda violencia y el inicio del diálogo”, expresaba hoy la hermana Ann Un Thawng.
Sobre el compromiso de la Iglesia católica, que aglutina a una comunidad de 650.000 personas, lo que supone apenas un 1 por ciento de los birmanos, la religiosa apunta que “sufrimos junto a nuestra gente. La violencia no cesa y el número de heridos aumenta día a día”. Su congregación tiene una pequeña clínica, una de las pocas instalaciones que permanecen abiertas. “Las demás están cerradas por miedo a los militares”, relata la monja, convencida de que hay que intentar plantar cara a “esta tribulación”. “Dos mujeres embarazadas, heridas levemente, ingresadas en nuestra clínica, han dado a luz hoy a sus bebés, un niño y una niña. Toda vida es preciosa. La vida sigue naciendo por la gracia de Dios”, expone la religiosa a la agencia Fides.
¿Miedo a la muerte por plantarle cara al ejército? " Algunos nos dicen que nuestra vida está en peligro, que podemos vernos afectadas, pero no nos cerraremos, no abandonaremos nuestra misión de curar a los heridos, consolar a los afligidos, defender toda vida humana”, detalla.
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