Jueves Santo
El Papa en la Misa Crismal: “La cruz no es masoquismo, sino amor hasta el final”
Francisco pide a los sacerdotes que imiten a Jesús en su entrega a los últimos y no se pierdan en “discusiones y controversias moralistas”
Para el Papa, identificarse con la cruz de Jesús no es “masoquismo” sino “amor hasta el final”. Así lo expresó durante la Misa Crismal, que presidió esta mañana en la basílica de San Pedro, con un aforo más que limitado. Se trata de una eucaristía relevante en tanto que en ella los presbíteros renuevan sus promesas sacerdotales.
De ahí que parte de la homilía fuera dirigida precisamente a los curas, a los obispos y a los cardenales, a quienes invitó a seguir el ejemplo de Jesús que “no se escandalizó” ni se frenó cuando se puso manos a la obra a “sanar enfermos y liberar prisioneros en medio de las discusiones y controversias moralistas, leguleyas, clericales que se suscitaban cada vez que hacía el bien”.
Como si les hablara desde su propia experiencia como un Pontífice que no lo ha tenido nada fácil en estos ocho años en la Sede de Pedro, les recordó que “el anuncio de la Buena Noticia está ligado misteriosamente a la persecución y a la Cruz”. “La luz mansa de la Palabra genera claridad en los corazones bien dispuestos y confusión y rechazo en los que no lo están”, advirtió a los sacerdotes presentes y a quienes le seguían a través de la televisión y las redes sociales.
De hecho, el Papa lamentó, en una referencia clara al secularismo actual, cómo la proclamación “del año de gracia del Señor” por parte de Jesús que “es la historia entera”, hoy, “ocuparía apenas la tercera página de un diario de provincia”.
Con esta premisa, el Santo Padre sentenció que “la Cruz no se negocia”. Y si Jesús “abrazó la Cruz entera” sin ningún tipo de ambigüedad, también “es parte integral de nuestra condición humana, del límite y de la fragilidad”.
En el transcurso de su meditación, el Papa tampoco ignoró que estas situaciones de sufrimiento y dolor también llevan consigo “el veneno del maligno que sigue insistiendo: sálvate a ti mismo”. “Y en esta mordedura, cruel y dolorosa, que pretende ser mortal, aparece finalmente el triunfo de Dios”, añadió a continuación Francisco.
El Papa concluyó su homilía compartiendo una anécdota que vivió al confesar a una religiosa a la que definió como “una mujer de Dios”. Antes de darle la absolución, Jorge Mario Bergoglio le dijo: “Hermana, como penitencia rece por mí, porque necesito una gracia. Si usted la pide al Señor, seguro que me la dará”. ¿La respuesta de la monja? “Seguro que el Señor le dará la gracia, pero no se equivoque: se la dará a su modo divino”. Con este recuerdo, Francisco recogió todo lo compartido anteriormente en su alocución, apuntando que “el Señor nos da siempre lo que pedimos, pero lo hace a su modo divino”. “Este modo implica la cruz”, sentenció.
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