Entrevista
Rod Dreher: «Los cristianos siempre estamos en guerra»
El pensador cristiano más discutido de la última década elabora un manual de resistencia creyente
Hubo un día en el que Rod Dreher puso la mirada en san Benito, filtró las reglas primigenias del monacato occidental para rescatar a un cristianismo derrotado. Con «La opción benedictina» (Encuentro) revolucionó el pensamiento creyente norteamericano para reevangelizar un mundo secularizado. «The New York Times» lo presentó como «el libro religioso más discutido e importante de la última década». Ahora se reafirma con «Vivir sin mentiras: manual para la disidencia cristiana».
–Metodista, primero. Católico, después. Ahora, ortodoxo. Es usted un hombre inquieto en la búsqueda de Jesús. ¿Ha pensado en algún momento en hacerse anglicano?
–No. Un católico inglés dijo una vez que profundizar en la historia es dejar de ser protestante. Crecí en una familia protestante no practicante. Dejé de creer en Dios cuando era adolescente. En 1984, cuando tenía 17 años, mi madre ganó un viaje a Europa en un concurso. Al entrar en una iglesia a las afueras de París, me sentí abrumado por la repentina conciencia de que Dios existe y que Él me quiere para Él. Era la catedral de Chartres. No salí reconvertido, pero la dejé sabiendo que estaba en búsqueda. Nueve años después, después de mucha lucha, intelectual y moral, entré en la Iglesia católica. Fui un católico entusiasta durante años, pero como periodista en Nueva York, escribiendo sobre los abusos sexuales, mi fe se hizo añicos. Mi esposa y yo comenzamos a visitar una iglesia ortodoxa con nuestros hijos. Fue en 2006 cuando dimos un paso al frente. Dejar el catolicismo fue desgarrador para mí. Como ortodoxo, hice la promesa de aprender de mis propios errores. Me arrepentí de mi orgullo intelectual y descubrí el camino de la conversión del corazón. También me negué a convertir la iglesia institucional en un ídolo y empecé a reconocer a los obispos y sacerdotes como pecadores náufragos, como nosotros. He crecido en madurez espiritual y ahora me dedico a construir puentes entre católicos, protestantes y ortodoxos.
–Ofrece un manual de resistencia. Expuesto así, da la sensación de que vivimos en una guerra…
–Sí, lo estamos. En realidad, los cristianos siempre lo hemos estado. San Pablo dice que estamos comprometidos en la guerra espiritual, contra «principados y potestades». Hoy, esa guerra adquiere una forma particular en esta cultura poscristiana y cada vez más anticristiana. Lo que en Estados Unidos llamamos «despertar», término para el izquierdismo militantemente intolerante centrado en la raza, el género y las políticas de identidad. Este «wokness» se dirige a los cristianos tradicionales. Bueno, se dirige a todos los que no están de acuerdo con él, pero, para nosotros, los cristianos, el desafío que plantea es especialmente difícil, porque podría obligarnos a mentir sobre lo que realmente creemos, solo por el bien de proteger nuestros trabajos, negocios, reputación y nuestras familias.
–¿Este es un mundo sin Dios o anti Dios?
–Durante la mayor parte de mi vida, ha sido un mundo sin Dios. Pero en los últimos diez o quince años, en mi opinión, se ha vuelto anti Dios, en el sentido de que estas personas que han «despertado», que en realidad son como fundamentalistas de una religión rival, no tolerarán nada que contradiga lo que creen. Si los cristianos creemos, por ejemplo, que el matrimonio es solo entre un hombre y una mujer, o que los hombres no pueden convertirse en mujeres, entonces los que nos despiertan nos ven no solo como malos, sino también como malvados. Muchos de ellos culpan a nuestra religión por nuestras mentes «envenenadas». Se han opuesto abiertamente al Dios cristiano.
–En su libro recoge los consejos de cristianos que vivieron bajo el régimen soviético. ¿Verdaderamente son extrapolables a una sociedad democrática como la actual? ¿O vivimos un totalitarismo de guante blanco?
–Sí, lo llamo «totalitarismo suave2. Una sociedad totalitaria es, en su forma más básica, una en la que sólo se permite que exista una ideología y en la que todos los aspectos de la vida se vuelven ideológicos. Según este estándar, es más fácil reconocer cómo hoy urge una situación totalitaria dentro de un sistema capitalista liberal, democrático. Ahora es la ideología de las grandes empresas, los deportes, la ciencia, el derecho, la medicina e incluso, la CIA. Curiosamente, el Estado no está especialmente involucrado en el totalitarismo suave. Viene a través de las decisiones libres de las élites liberales que dirigen las instituciones. Si rechazas cualquier aspecto del «despertar», te llaman intolerante y tratan de destruir tu carrera.
–En su libro dice: «Los hombres menstrúan… La equidad significa tratar a las personas de manera desigual». ¿Es consciente de que reflexiones hay quien puede tacharlas de machista?
–Sí, pero ¿y qué? Los que despiertan intentan silenciar a cualquiera que no esté de acuerdo con ellos llamándolos racistas, sexistas, homofóbicos, etcétera. Los hombres no pueden menstruar. Eso es un hecho biológico. Si se me acusa de machismo, transfobia o cualquier otra cosa por decirlo, eso no cambia el hecho de que es verdad. Si más personas dejaran de tener miedo de ser llamados fascistas por decir cosas de sentido común, o simplemente verdaderas, los despiertos perderían su poder para condenarnos y expulsarnos de la sociedad. De hecho, el hechizo maligno que han lanzado sobre la sociedad no se romperá hasta que suficientes personas dejen de preocuparse por lo que estos fanáticos piensen de nosotros.
–Los obispos católicos norteamericanos están debatiendo prohibir la comunión a políticos que no cumplan la doctrina, como el presidente Joe Biden…
–Sí, estoy al tanto del debate. Ya no es mi iglesia, así que no puedo exponer una opinión sólida. Si Biden fuera ortodoxo, sentiría firmemente que no merece la comunión. No es solo porque es un extremista pro-aborto, sino también porque es un extremista pro-LGBT. Darle la comunión a Biden envía una señal de que a los obispos católicos realmente no les importa el estado de su alma o el significado de la eucaristía. Si la eucaristía no es más que un signo de lealtad tribal y consuelo terapéutico, entonces está bien, dale la comunión a Joe Biden. Pero si es más que eso, entonces, por el amor de Dios, obispos, ¡actúen como tal!
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