Valladolid

Blázquez: «La incertidumbre política puede dejar heridas en la convivencia social»

«La Iglesia no aspira a ser privilegiada ni quiere ser preterida. Se siente en el derecho de reclamar la libertad religiosa, que quiere compartir con las demás confesiones cristianas y con otras religiones», afirma el arzobispo.

Blázquez: «La incertidumbre política puede dejar heridas en la convivencia social»
Blázquez: «La incertidumbre política puede dejar heridas en la convivencia social»larazon

«La Iglesia no aspira a ser privilegiada ni quiere ser preterida. Se siente en el derecho de reclamar la libertad religiosa, que quiere compartir con las demás confesiones cristianas y con otras religiones», afirma el arzobispo.

Sin estridencias, pero firme. Siguiendo su estilo. Así fue la intervención ayer del cardenal arzobispo de Valladolid, Ricardo Blázquez, en una nueva edición de La Razón de... Una alocución en la que hizo una férrea defensa de la Constitución y, dentro de ella, de la libertad religiosa, la libertad de educación, la libertad de enseñanza y la dignidad inviolable de la persona.

Sus primeras palabras fueron una declaración de intenciones, muestra de que su intervención iría a lo fundamental, eliminando lo accesorio: «Los resultados de las elecciones generales celebradas el día 20 de diciembre del año pasado, aunque hubieran sido anticipados en las anteriores locales y autonómicas, fueron inéditos. Para formar un gobierno era preciso un ejercicio de diálogo y generosidad entre los partidos políticos, ya que se preveía una tarea particularmente complicada. Hace ya más de tres meses de la convocatoria de las urnas y los ciudadanos estamos sumidos en la incertidumbre. Nos preocupa no sólo el tiempo largo transcurrido, sino también las exclusiones en la comunicación».

Dicho esto, el purpurado reclamó a los responsables políticos que «prevalezca el bien común sobre los intereses particulares», pues la situación actual «puede dejar unas heridas en la convivencia social que entorpezcan la comunicación y el trabajo que a todos nos afecta». En este sentido, rechazó las descalificaciones personales y advirtió de que la desacreditación «hace imposible una reflexión serena sobre los problemas básicos y las tareas pendientes». En este contexto es en el que el presidente de la Conferencia Episcopal puso de manifiesto «algunas de las realidades básicas que nos garantizan mayor estabilidad y una mirada más confiada al futuro».

Constitución

Tras reconocer que la Constitución Española fue gestada «en un ambiente de diálogo y de consenso» y ratificada libremente en referéndum por la sociedad, añadió que «no es razonable ni legítimo poner en cuestión las líneas fundamentales de la misma; sin esta casa común quedaríamos a la intemperie». Explicó el purpurado también que puede haber aspectos «que el paso del tiempo nos indique la conveniencia de ser actualizados».

Europa

«Nuestro marco más amplio como pueblo es Europa, en cuya historia España ha tenido una contribución importante. Europa ha ejercido un influjo inmenso con sus luces y sombras, en la humanidad. Sería indebido que Europa se redujera a los aspectos económicos, técnicos y de bienestar», dijo. En su opinión, el viejo continente ha emitido una irradiación que lo ha hecho grande y, por ello, «olvidar las raíces greco-romanas, cristianas, de la Ilustración y otras de índole solidaria nos debilitan». «La desmemoria de la historia incapacita para proyectos atrayentes de futuro. Cerrar nuestras fronteras para defender nuestro nivel económico es signo de miedo y de debilidad vital», agregó el prelado. Para recalcar esta idea, Blázquez recuperó las palabras que Juan Pablo II había pronunciado el 9 de noviembre de 1982 en Santiago, cuando pidió a la «vieja Europa» que volviese a encontrarse, a sus orígenes, a sus raíces. Que renovase los valores auténticos que hicieron gloriosa su historia.

derechos humanos

El arzobispo de Valladolid se refirió también a los Derechos Humanos, que «tienen su fundamento en la dignidad de la persona» y, por ello, recalcó que «el carácter sagrado de la persona, de cualquier condición social, raza, sexo, origen, religión, es idéntico». «La discriminación es una ofensa a la persona, que lleva en su rostro el resplandor de Dios», apuntó.

En este sentido, aludió a la libertad religiosa, «un derecho que debe ser reconocido, ya que es inherente a la persona que lo tiene por sí misma y no porque se le otorgue». «Consideramos un servicio a los demás advertir que si se oscurece en la humanidad la luz de Dios, se obnubila al mismo tiempo la dignidad de la persona humana. También debemos denunciar que Dios sea utilizado para justificar la violencia contra las personas. Ni promover la exclusión de Dios ni la profanación de su nombre, ni fundamentalismo intolerante ni laicismo disolvente. Es bueno para el hombre respetar a Dios, y es bueno para la paz de la humanidad apoyarnos en Dios, Creador de todos los hombres que nos hermana», afirmó el cardenal Blázquez.

Insistió en la idea de que sin el reconocimiento de Dios, o al menos sin su búsqueda, «no tenemos capacidad para afrontar nuestras indigencias más hondas. El camino es el amor y no la violencia; la violencia, que se alimenta de rencor, siembra muerte y, viceversa, la injusticia y el desprecio generan violencia».

En el contexto de la libertad religiosa, el presidente del Episcopado español subrayó que la Iglesia «no aspira a ser privilegiada ni pretende ser preterida». En cambio, sí «se siente en el derecho de reclamar la libertad religiosa y este mismo derecho quiere compartirlo con las demás confesiones cristianas, con otras religiones y con quienes no se reconocen en ninguna religión». También lanzó un aviso a navengantes al afirmar que la aconfesionalidad del Estado «significa que no profesa ninguna confesión para que todos se puedan sentir igualmente libre y respetados, garantizando una sociedad plural en lo religioso». «El Estado es aconfesional, y los ciudadanos seremos lo que creamos conveniente. El Estado debe proteger el derecho a la libertad religiosa», agregó.

Educación

Otra de las cuestiones que el cardenal arzobispo de Valladolid abordó en su intervención fue la de la educación. Tras defender la libertad de enseñanza y de educación, recogidas en la Constitución, explicó, en concreto, que la enseñanza religiosa «no es un privilegio de la Iglesia católica que la habilitara para imponerla a los demás ciudadanos». «Es un derecho –continuó– que asiste a los padres para elegirla para sus hijos. Este derecho es un servicio a los alumnos, a las familias y a la misma sociedad. La lealtad en el cumplimiento de los derechos rige también el derecho a la educación».

iglesia-Estado

Por otra parte, defendió la laicidad positiva, aquella que «se ha encauzado a través de los Acuerdos entre la Santa Sede y el Estado Español. Hay también Acuerdos del Estado Español con los Judíos, Protestantes y Musulmanes del año 1992». Dejó claro, dicho esto, que «ni en un caso ni en otro se trata de privilegios, sino de instrumentos jurídicos de armonía con el derecho a la libertad religiosa».

Con su tono amable, el purpurado cerró su alocución volviendo a la «encrucijada» política en la que se encuentra nuestro país: «Me ha parecido conveniente recordar el marco fundamental de nuestra convivencia como pueblo y sociedad. Si estos cimientos se conmovieran, nuestra convivencia se volvería insegura. Obviamente, ruptura es distinta de actualización que en algunos aspectos pudiera ser oportuna. En la Transición política, elaborada en un clima de diálogo y de encuentro o reencuentro, mirando a un futuro de respeto y de convivencia en las legítimas diferencias, se hizo converger en al Constitución Española la Declaración Universal de los Derechos Humanos y la Declaración Conciliar. Nació la Constitución de la concordia y está ordenada a la paz. Quiero en este momento expresar nuestra gratitud a quienes llevaron a cabo pacientemente y en escucha recíproca este noble edificio en que nos sentimos protegidos como personas, como españoles y católicos».