Roma

El magisterio de lo cotidiano

El Papa Francisco, durante un concierto ofrecido ayer en la sala Pablo VI del Vaticano
El Papa Francisco, durante un concierto ofrecido ayer en la sala Pablo VI del Vaticanolarazon

El llamado «efecto Francisco» no es un fenómeno hueco. Sin Encíclicas, sin magisterio sobre el papel, sólo a través de sus homilías e intervenciones públicas, puede adivinarse cómo es esa pedagogía del Papa gaucho que está ilusionando y devolviendo al redil a muchas ovejas. «Habla con un magisterio muy sencillo que llega, y lo que es más importante, que convierte», reconocía hace unos días monseñor Carlos Amigo al referirse a las «maneras» de este Papa.

Un sacerdote argentino, Claudio Caruso, que compartió paseos con el ahora Papa por Roma, recuerda cómo una vez el entonces cardenal Bergoglio le dijo: «Claudio, dicen que aquí en Roma mucha gente pierde la fe». A lo que este cura respondió: «Así dicen». Bergoglio contestó: «Yo pienso que si hay mucha gente que pierde la fe, debe haber fe por todos lados, así que habrá mucha otra gente que la encontrará». Y a juzgar sólo por la afluencia de peregrinos a sus audiencias generales, mucha la habrá encontrado. La Policía italiana se está viendo obligada a cortar el tráfico la Via della Conciliazione debido al número de fieles que desborda San Pedro.

«La humildad es necesaria para comprender y transmitir el Evangelio», decía el Papa el pasado viernes en la homilía de Santa Marta. Ésta se erige como una de las claves que definen el carácter pastoral de la figura de Francisco. En un reciente sondeo publicado por LA RAZÓN precisamente es este punto el que marcan los encuestados como rasgo definitorio de la personalidad de Francisco: la humildad. Francisco Varo, teólogo y capellán mayor de la Universidad de Navarra, apunta a la claridad del Papa a la hora de exponer las verdades de la fe como una característica que apuntala los mensajes de Francisco. «El Papa –queriendo o sin querer, no lo sé– está logrando que el mensaje cristiano entre con naturalidad en la gente común por los cauces ordinarios. Cuando dice que los sacerdotes han de ser "pastores con olor a oveja, y no lobos rapaces", las monjas "madres espirituales y no solteronas", que nada de vivir aburguesados sino que tenemos que "salir a las periferias", que "el dinero tiene que servir, no gobernar"; cuando afirma que "la Cruz es la palabra con la que Dios responde al mal del mundo"o dice que "si no confesamos a Jesucristo seremos una ONG piadosa, pero no la Iglesia", que está predicando el Evangelio en el lenguaje claro de la calle».

Parte de esta naturalidad se manifiesta a diario durante las homilías de la Casa Santa Marta, un nuevo foro de predicación al mundo que ha inaugurado Francisco en su Pontificado. «La naturalidad de la fe y la coherencia de vida son dos claves que aparecen continuamente en las intervenciones del Papa Francisco», indica María Teresa Compte, directora del máster de Doctrina Social de la Iglesia de la Universidad Pontificia de Salamanca. La profesora asegura que Francisco está introduciendo un elemento «desconcertante para algunos», en una sociedad tan regulada como la europea, como es «lo imprevisto, lo nuevo y lo inesperado» para enseñarnos, en definitiva, que la clave de la vida cristiana es «la confianza». Es decir, mostrarnos el Evangelio en esencia, sin elementos revolucionarios: «Sus palabras no son un golpe de timón contra la Iglesia, como algunos pretenden hacernos ver», concluye la experta. Desde el inicio de su Pontificado, el Papa Francisco nos está dando muestras continuas de la sencillez, profundidad y radicalidad de una vida evangélica, que sólo busca acercar el corazón de cada ser humano al amor del Padre celestial, acercarse a cada persona con la máxima atención, dignidad y cuidado, estar siempre dispuesto al servicio, con generosidad, modestia y alegría; dispuesto a la acogida, a la escucha, al consuelo.