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Savia nueva

La Razón
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¿Cómo es posible que en el año en el que estamos 3.000 chicos y 2.500 chicas de diversas edades estén dispuestos a entrar en el seminario y a la vida consagrada? Muchos piensan que no lo es porque la Iglesia está muerta y ya no tiene vocaciones. Es verdad que existen muchos problemas a este respecto, sin embargo, las nuevas comunidades y realidades eclesiales están revitalizando la Iglesia con un ímpetu demoledor. El Encuentro de ayer fue una evidencia. Un espectáculo de la fe, que culminó la peregrinación a la JMJ de los jóvenes del Camino Neocatecumenal. Durante varios días evangelizaron en países vecinos y se distribuyeron en 70 ciudades de Brasil. Anunciaron el kerigma y dieron su testimonio. Me cuentan que un conductor de uno de lo autobuses que llevaba a un grupo de jóvenes de México después del encuentro de ayer quiso dar su experiencia. Contó que hacía más de treinta años que no pisaba una iglesia, y por supuesto ya ni recuerda cuando fue la última vez que se confesó. Decía que estos días de convivencia con ellos le había hecho replantearse todo. «Veo en vosotros algo distinto, un brillo especial», dijo y después se confesó con un sacerdote.

Estos jóvenes con los que se encontró recibieron un día una noticia que les transformó y que no han podido guardarse para ellos: que Dios ha dado su vida por cada uno y les ama. ¿Cómo no anunciar el Evangelio? Son conscientes de que sin Dios no son nada y han experimentado que si se separan de él son los más infelices del mundo y la vida se transforma en una profunda amargura. Es lo que, en definitiva, ha dicho estos días el Papa. Por eso, cuando uno ve a los jóvenes del Camino que se ofrecen a Jesucristo y muestran su disposición para anunciar el Evangelio en cualquier lugar del mundo no puede por menos pensar que Dios acontece con fuerza. Los jóvenes son la savia nueva de la Iglesia y los frutos de la JMJ ya se empiezan a ver.