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El ‘efecto Narciso’ o por qué nos atrae nuestro propio rostro

Nuestra cara nos engancha, nos captura y nos obnubila, por encima de cualquier otra. El éxito de los selfies o de aplicaciones como Face App podría estar vinculado a nuestro cerebro.

El mito griego de Narciso cuenta como este era un joven con una apariencia bella, hermosa y llamativa. Todas las mujeres y hombres quedaban enamorados de él, pero él les rechazaba. Para castigar a Narciso por su engreimiento, Némesis, la diosa de la justicia, le maldijo haciendo que se enamorara de su propio reflejo, lo que le condujo a la muerte. ¿Por qué nos sentimos tan atraídos por nuestro propio rostro? ¿qué hay detrás de esa exaltación del “yo” que nos lleva a hacernos selfies continuamente, y a usar masivamente aplicaciones que nos devuelvan nuestra imagen en otras edades o en otro género?

La explicación está en el cerebro, como la de casi todo. Investigadoras del Grupo de Neurociencia Cognitiva de la Universidad Autónoma de Madrid (UAM) han comprobado, mediante experimentos de reconocimiento facial y técnicas de electroencefalografía (EEG), que nuestro cerebro reconoce más rápidamente el propio rostro que cualquier otro, capturando y reteniendo la atención en una especie de ‘efecto Narciso’. Los resultados de su estudio, publicados en la revista NeuroImage, muestran dos hallazgos fundamentales: que existe una ventaja en el autoreconocimiento (es decir, la propia cara, en comparación con otras, se reconoce más rápidamente), y que esto puede atribuirse a la puesta en marcha de una serie de mecanismos atencionales que operan rápidamente en nuestro cerebro.

Mecanismos cognitivos

Al parecer, cuando vemos nuestra propia cara, se desencadena un juego atencional en dos tiempos. Primero, la atención orientada hacia el propio rostro propulsa el acceso a la información relacionada con nosotros mismos en la memoria (por ejemplo, cuál es mi nombre, de dónde soy, etc.), produciendo el ventajoso autoreconocimiento. Posteriormente, sucede una movilización de los recursos atencionales hacia las áreas que están especializadas en el procesamiento facial, lo que se traduce en un enganche atencional hacia el propio rostro. Las investigadoras destacan que el secuestro atencional que produce nuestra propia cara no se debe a la mera familiaridad, ya que no sucede cuando vemos otras caras conocidas como la de un familiar o un amigo, sino que parece estar directamente asociada al yo. Como en el caso de Narciso, nos sentimos atraídos hacia nuestro rostro durante más tiempo y con más intensidad que hacia cualquier otro.

Yo, mí, me, conmigo

Vivimos una sociedad en la que el “yo” no parece estar en un punto de equilibrio, especialmente en lo que respecta a la imagen. Se hacen más de un millón de selfies al día en todo el mundo, hay gente que hasta se pone en serio peligro o muere por hacerse esa auto-foto “perfecta”, y aplicaciones como la rusa Face App, que ponen en riesgo la privacidad del usuario, baten records de descarga.

Estos nuevos hallazgos, en el contexto de una cultura “narcisista” como la actual, cobran especial importancia, dado que plantean si, en personas sanas desde el punto de vista psicológico, en la que se sabe que la información relacionada con uno mismo se procesa en el cerebro de manera prioritaria (sesgo del “yo”), esto se produce por conductas auto-orientadas (como los selfies) en vez de de un modo natural.

Se sabe también que este sesgo puede verse acentuado o mermado en personas que sufren enfermedades psiquiátricas, como la depresión o la esquizofrenia. En el caso de la depresión, por ejemplo, se ha establecido un vínculo entre la hiperfocalización en uno mismo y la rumiación, el síntoma depresivo que aparece cuando el foco de atención se queda “enganchado” a un pensamiento o elemento, real o imaginario, que produce un alto grado de malestar. En el de la esquizofrenia, se produce un sesgo “egoísta” o interesado excesivo.