Secuelas
El reto de reaprender a comer, a tragar o a reír tras superar el coronavirus
El trabajo de los logopedas, con la reactivación de los músculos orofaciales, es clave para superar las secuelas
Cuando el SARS-CoV-2 se cuela en el organismo, las secuelas que deja van mucho más allá de un problema respiratorio. De hecho, también provoca otras menos visibles, pero que merman de forma determinante la calidad de vida del paciente, ya que afectan a funciones tan básicas en su día a día como comer, masticar, succionar, hablar, pronunciar o incluso echar una carcajada. Todas ellas están relacionadas con un fallo en la motricidad orofacial, es decir, con una alteración de los órganos y músculos del sistema estomatognático, como los labios, la lengua o los tejidos faciales, lo que convierte al logopeda en una pieza imprescindible en el puzzle de la recuperación post-Covid, ya que estos pacientes deben reaprender lo desaprendido.
«Los síntomas de la Covid-19 son muy variados y muchos de los que aparecen (disfonía, disartria, disgeusia, anosmia, disfonía…) son candidatos a tratamiento logopédico. Es más, según algunos artículos científicos, se estima que tres o cuatro de cada diez personas que sufren secuelas Covid tienen algún tipo de trastorno de la deglución, lo cual hace que la labor de los logopedas en estos casos resulte indispensable», asegura Gemma Martín, especialista en Terapia Orofacial y Miofuncional y miembro del Colegio de Logopedas de la Comunidad de Madrid.
Algo tan simple como tragar, una acción a la que ni prestamos atención, se convierte en una odisea para muchos pacientes que logran ganar la batalla al nuevo coronavirus. Según Pere Clavé, director de Investigación del Hospital de Mataró (Barcelona), «el 75% de los pacientes Covid-19 hospitalizados presentan riesgo nutricional y más de la mitad tienen disfagia orofaríngea». Y aquí el trabajo del logopeda resulta esencial, pues «en los trastornos relacionados con la deglución como la disfagia se dificulta el paso de la comida de manera segura y eficaz de la boca al estómago, sin que existan atragantamientos», asegura Rubén Arroyo, logopeda, especialista en Terapia Orofacial y Miofuncional del Hospital Universitario Infanta Elena de Madrid.
Ejemplo de ello es Concepción Rueda, de 65 años, quien cuenta que «después de pasar tres semanas ingresada, estando gran parte de ese tiempo intubada, noté problemas en la garganta y dificultad para tragar líquidos, hasta el punto de que intentarlo me provocaba tos, más incluso cuando probaba a comer algo sólido», recuerda. Y a esas dificultades para deglutir se suman, además, la pérdida de peso y, como consecuencia, una merma de la masa muscular, «lo que está limitando mucho mi vida, pues no puedo andar con la misma agilidad que antes, me noto muy cansada y aunque sigo de baja tengo miedo a que todo esto pueda repercutir en mi regreso al trabajo», confiesa.
Tras la recomendación de los especialistas de la unidad post-Covid que siguen su caso, Concepción se ha puesto en manos de un logopeda. «He recibido sesiones de fisioterapia y, a la vez, comencé a trabajar con un logopeda para hacer rehabilitación respiratoria y terapia para la disfagia con el objetivo de mejorar la calidad vocal. Es una práctica diaria que realizo tanto con el especialista como en casa», explica. Y el esfuerzo y la tenacidad están dando sus frutos, ya que Concepción ha logrado mejorar mucho su capacidad de tragar, así como de tolerar varias texturas.
También está surtiendo efecto el esfuerzo realizado por Manuel Vázquez, quien a sus 62 años y tras pasar 53 días ingresado –37 de ellos bajo sedación– y requerir una traqueotomía, ahora acude a la consulta del logopeda «para solucionar mis problemas de disfonía, además de tener dificultades de memoria porque noto como dormido el lado derecho de la cabeza, algo que dificulta mucho mi vuelta a la normalidad, pues soy conductor», reconoce. En su caso, los ejercicios que practica a diario están enfocados a solucionar los problemas de la voz a través de la respiración y la fonación, con tareas como la de leer en voz alta. «La disfonía ocurre por el sobresfuerzo para hablar al estar la respiración comprometida o por la dificultad para toser, o bien por la propia extubación, si se ha dañado la mucosa de la cuerda vocal o se ha producido una parálisis de la misma», detalla Arroyo.
El método principal de rehabilitación, en una gran parte de los casos, «tiene como base el trabajo de la motricidad orofacial. Según el tipo de patología o trastorno ante el que nos encontremos se aplican técnicas diferentes. Si existe un problema en la sensibilidad por la afección de algunos pares craneales, aplicamos técnicas de estimulación sensorial. Si hay dificultades a nivel motor, como puede ser el caso de personas que han sufrido una parálisis facial y tienen alterada la musculatura de labios, lengua, mejillas… acciones como beber, masticar o mantener el alimento dentro de la cavidad oral sin que éste se derrame, van a resultarles un auténtico reto en su día a día. Con estos pacientes, aplicamos técnicas enfocadas al trabajo del músculo o grupos musculares afectados: algunas tareas consisten en la elevación, descenso o lateralización de la lengua, cierre de los labios, coordinación de la masticación. Esta terapia también se completa con técnicas posturales», explica Martín. Y funciona, ya que, tal y como asegura Manuel, «se me ha aclarado la voz, he perdido la ronquera y ya no me ahogo cuando hablo, aunque todavía sí cuando camino».
Por todo ello, los logopedas, que hoy celebran el Día Europeo de la Logopedia, insisten en la necesidad de que esta especialidad se incluya dentro de los equipos multidisciplinares que luchan por borrar las heridas de la Covid.
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