Opinión

Dar gato por liebre

El Reino Unido se plantea su futuro, fuera ya de la Unión Europea
"Pueden mentir cuanto quieran en los asuntos relacionados con la res pública –la guerra de Ucrania, por ejemplo, o las declaraciones de los ministros–, pero con la salud no se juega"FACUNDO ARRIZABALAGAAgencia EFE

Eso es lo que suele hacer la prensa (y no digamos las cuñas publicitarias que salpican los programas de radio) cuando habla de problemas de salud y pontifica sobre la forma de solucionarlos. Los responsables de esos embustes deberían ser más cuidadosos y evitar que los lectores o los oyentes crean que es información veraz lo que no es información, y mucho menos veraz. Pueden mentir cuanto quieran en los asuntos relacionados con la res pública –la guerra de Ucrania, por ejemplo, o las declaraciones de los ministros–, pero con la salud no se juega.

«Donde no hay publicidad resplandece la verdad», decía en otros tiempos aquella inolvidable e irrepetible revista de humor que fue «La Codorniz». Supongo que a los millenials y a las generaciones posteriores ni siquiera les suena. Peor para ellos y allá se las compongan. Épocas hubo en las que la llamada «publicidad subliminal» –entendiéndose por tal la que se colaba de rondón en los espacios informativos o narrativos– estaba, incluso, penada por ley, pero ahora, bien sea en forma de publirreportajes financiados por las empresas o las instituciones, bien sea puesta en boca de los presentadores, los locutores o los actores, los anuncios se disfrazan de noticias o de consejos y sus presuntas virtudes más o menos salvíficas se incorporan al subconsciente y desde él activan su engañoso y dañino poder de convicción.

Pondré solo un ejemplo, aunque cabría dar muchos. En los periódicos que leo de modo cada vez más superficial y distraído suelen aparecer supuestos reportajes consagrados a la loa de los beneficios de ese veneno que es la leche de vaca. El lector, a poco informado que esté, se queda momentáneamente perplejo hasta que cae en la cuenta, aunque haya muchos que no lo hacen, de que el reportaje en cuestión ha sido elaborado y financiado por una conocida empresa –no diré su nombre– de productos lácteos. Y eso es la inmoralidad a la que se hace acreedor todo ser humano que da gato por liebre. Ándense con ojo, amigos, fíjense bien en la autoría de esos reportajes de ciencia ficción, disciernan entre la paja y el trigo, y no den por bueno los camelos de la publicidad subliminal.