Digestivo

Colitis ulcerosa: una patología crónica sin tratamiento

La incidencia de esta enfermedad inflamatoria intestinal se ha multiplicado por diez en las últimas cinco décadas

Colitis ulcerosa
Colitis ulcerosaTania NietoLA RAZÓN

A pesar de que su incidencia se ha multiplicado por 10 durante las últimas cinco décadas en nuestro país, existe un gran desconocimiento en torno a la colitis ulcerosa (CU). Sabemos que se trata de una dolencia que, junto con la enfermedad de Crohn, se engloba dentro de lasenfermedades inflamatorias intestinales (EII). Esta patología crónica cursa por brotes y no cuenta con un tratamiento curativo definitivo. Esto, unido al impacto que supone en la vida de algunos pacientes, hace cada vez más necesaria la inversión de recursos en investigación y en el fomento de labores divulgativas sobre la enfermedad como este artículo con la colaboración de Pfizer.

Tal y como explica la doctora Yamile Zabana –vicepresidenta de Geteccu–, la CU «es una inflamación desproporcionada y autoperpetuada de la zona comprendida entre el recto y el colon. El sistema inmune de los afectados no reconoce la flora bacteriana como suya y la ataca de manera descontrolada. Si no la paramos de alguna forma, no cesa de avanzar».

Origen incierto

Estamos ante una enfermedad que no distingue de género ni de edades. Afecta tanto a hombres como mujeres de todas las edades, aunque se detecta una primera curva en torno a los 25-37 años y otra más tardía entre los 50 y los 70 años. No obstante, «se pueden encontrar casos a cualquier edad. Hay pacientes que debutan con 80 y otros lo hacen con cuatro», aclara.

Por otra parte, no se han identificado con exactitud los desencadenantes de la CU, lo que dificulta su prevención y su predicción, aunque sus síntomas resultan sencillos de reconocer: «Los pacientes con CU suelen presentar dolor abdominal, diarrea con sangre o mucosidades, urgencia para ir al baño, deposiciones muy escasas, pérdida importante de peso, anemia... En niños pequeños también se puede apreciar disminución o retraso en el crecimiento», añade. «La sintomatología es muy similar a la de la enfermedad de Crohn, pero las áreas afectadas son diferentes, ya que en esta puede haber una afectación de cualquier zona del tracto gastrointestinal, mientras que la CU se limita al colon y al recto».

Dolencia impredecible

Aproximadamente el 50% de los pacientes tiene síntomas leves y brotes muy espaciados, lo que les permite manejar su vida con relativa normalidad. El resto se enfrenta a crisis con más frecuencia y sufre cólicos graves, diarrea sanguinolenta, necesidad urgente de defecar... La enfermedad puede dar una tregua con periodos de remisión que pueden durar meses o incluso años, pero los síntomas suelen regresar. Además, pueden presentarse en el momento más inesperado. Esto condiciona mucho la vida de quienes la padecen que, cuando se encuentran en pleno brote, viven pendientes de un cuarto de baño. Aún así, conviene enviar un mensaje optimista. A menudo los brotes se pueden controlar. Un tratamiento certero, una alimentación y unos hábitos de vida saludables y una buena gestión del estrés ayudan a muchos pacientes a llevar una vida completamente normal durante largos periodos de tiempo y disminuyen las probabilidades de sufrir complicaciones en el futuro. Por norma general, los profesionales comienzan prescribiendo tratamientos más conservadores y, en base a la evolución del paciente, van optando por incorporar otros más avanzados que regulan sus defensas. «El problema de estos últimos es que pueden hacer que el paciente entre en un estado de inmunosupresión que le hace más proclive a padecer enfermedades que no son graves, pero sí pueden mermar su calidad de vida», apunta la doctora. «Solo en última instancia recurrimos a la colectomía (retirada del colon), que es la solución más drástica».

Un desafío emocional

Aunque los tratamientos contribuyen a mitigar los síntomas y espaciar las crisis, algunos pacientes se ven obligados a convivir con la incertidumbre de por vida y esto puede impactar en su salud emocional. Diversos estudios demuestran que las personas con CU tienen mayor riesgo de desarrollar depresión y ansiedad. A su vez, algunas investigaciones sostienen que las complicaciones psicológicas pueden incrementar la reacción del cuerpo a la inflamación, agravando el curso de la enfermedad.

Existen algunas técnicas que los expertos recomiendan para mejorar la calidad de vida y controlar los episodios de estrés y ansiedad. La clave, según dicen, está en una buena planificación. Conviene averiguar dónde están los baños más cercanos a los lugares que se van a frecuentar (existen apps que localizan los aseos); llevar ropa interior de repuesto y papel higiénico o toallitas húmedas; y planear viajes duraderos o de larga distancia junto al especialista para contar con la medicación necesaria y con un buen asesoramiento. Estas recomendaciones no resuelven el problema, pero ayudan a controlar los problemas psicológicos que, en ocasiones, pueden resultar incluso más limitantes que la propia enfermedad.

Trabajar en la detección

Detectar la colitis ulcerosa cuanto antes, cuando el paciente no tiene síntomas, es clave para frenar su curso y mejorar su pronóstico. «Cuanto antes damos con la enfermedad, más rápido podemos actuar y más opciones tenemos para ayudar al paciente y mejorar su calidad de vida», recalca Yamile Zabana. En este sentido, los cribados de colon están resultando de gran utilidad: «Gracias a estos programas estamos diagnosticando a muchos pacientes de CU que todavía no han desarrollado síntomas. Este hallazgo es muy positivo, ya que nos permite detectar la enfermedad en una etapa discreta e iniciar el tratamiento enseguida. Más allá de mejorar las cifras de hemoglobina o disminuir los parámetros de inflamación, a los profesionales de esta área nos preocupa mucho la calidad de vida de los pacientes».