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Entrevista

José Luis Cobos: «Urge tener un mayor liderazgo de la enfermería»

Entrevista a José Luis Cobos Serrano, presidente del Consejo Internacional de Enfermeras (CIE)

José Luis Cobos, presidente del Consejo Internacional Enfermeras. David Jar David JarPHOTOGRAPHERS

Afable, cercano, humilde y trabajador incansable, José Luis Cobos Serrano es enfermero por vocación, una profesión a la que ha dedicado toda su vida laboral. Con una larga experiencia en la práctica clínica asistencial, también sabe de primera mano lo que es la enfermería desde el punto de vista de la investigación, la docencia y la gestión. Gracias a esa intachable trayectoria lidera desde junio el Consejo Internacional de Enfermeras (CIE), convirtiéndose en el primer español que preside el organismo que representa a las más de 30 millones de enfermeras de todo el mundo.

Es el primer hombre en asumir esta presidencia, ¿pesa la responsabilidad?

Ser un presidente hombre no deja de ser algo anecdótico y hay que vivirlo con total normalidad.

¿Qué supone este desafío profesional?

Es una gran satisfacción, porque se trata de la culminación del esfuerzo a una trayectoria, pero también es una gran oportunidad para dar a conocer más en profundidad lo que es la enfermería española, que es puntera en muchos casos, aunque aquí nos parezca mentira.

¿Es el ejemplo del liderazgo mundial de la enfermería española?

Sí. La enfermería en España ha dado un gran vuelco en los últimos 50 años y hemos avanzado muchísimo, incluso más rápido que otros países vecinos, y muchos se fijan en nosotros porque somos un modelo a imitar por varios motivos: nuestro altísimo nivel formativo, sumado a la capacidad de tener unas especialidades por el modo de residencia, así como nuestra cierta autonomía e independencia en algunos campos como la atención primaria, donde la especialista maneja su propia agenda. Todo ello refleja un avance muy importante de la realidad asistencial que queremos crear en todos los ámbitos, formando parte de un equipo multidisciplinar que trabaja al unísono, también en el hospitalario, aunque ahí todavía nos queda por avanzar.

Como presidente del CIE, ¿cuáles son sus retos más inmediatos?

El primero de ellos está relacionado con los recursos humanos. Hay que dotar de un número suficiente de profesionales a los sistemas sanitarios, pues tenemos actualmente 30 millones de enfermeras en el mundo, pero la distribución no es equitativa, ya que el 17% de la población es atendido por el 46% de ellas. Y hay que atajar el éxodo masivo de enfermeras que buscan unas mejores condiciones laborales, porque eso está haciendo que algunos países se descapitalicen de profesionales. El segundo desafío urgente es actuar en áreas de conflicto, donde hay crisis desde el punto de vista humanitario como sanitario. No podemos quedarnos de brazos cruzados. Y, en tercer caso, empoderar a la enfermería para que ocupe el lugar que le toca.

¿En qué se traduce eso?

A los políticos se les llena la boca con que la enfermería es un pilar fundamental de los sistemas sanitarios, pero luego no se cuenta con ellas en las mesas donde hay que tomar decisiones. Necesitamos un mayor liderazgo de la profesión porque está cambiando el paradigma de la atención, pasando del curar al cuidar, y ahí el profesional experto que se prepara para ello es la enfermera, pero no se nos está dando el espacio y la oportunidad de estar en las mesas de decisiones.

¿Hay solución para acabar con la escasez de profesionales en España?

Estamos ahora mismo en seis enfermeras por cada 1.000 habitantes, mientras que la media europea está en nueve, sin citar por ejemplo a Noruega, donde hay 15. Harían falta más de 100.000, según datos del propio Ministerio de Sanidad, para al menos llegar a esa media europea. No hay una fórmula mágica para lograrlo, pero el primer paso es acordar el aumento del número de plazas con el Ministerio de Universidades. Y no se puede hacer a cualquier precio, pues eso exige aumentar el profesorado, la infraestructura... en definitiva, incrementar el presupuesto. Ya se hizo para los médicos, pero no para las enfermeras y eso refleja otra vez la falta de conciencia de los políticos en cuanto a las verdaderas prioridades de la realidad asistencial en nuestro país.

Esa falta de empleo, sumada a las precarias condiciones laborales, están provocando un éxodo de profesionales. ¿Estamos a tiempo de darle la vuelta?

Hay que evitar que nuestros profesionales salgan al extranjero por motivos de condiciones laborales, de falta de reconocimiento y de escasez de oportunidades. La fuga de cerebros es un fracaso del sistema y es una responsabilidad directa de nuestros políticos. Conocemos el problema y la solución, por lo que se trata de algo viable de atajar poniendo los recursos adecuados.

Con una sociedad cada vez más envejecida y más patologías crónicas, esa falta de enfermeras implica tirarnos piedras contra nuestro propio tejado...

Sí. Solamente unas cifras para demostrarlo: los médicos hacen tres millones de visitas a los domicilios, mientras que las enfermeras hacen diez, lo que refleja cuál es la realidad asistencial del momento, donde se requieren más cuidados para garantizar la calidad de vida. La Ley de Ordenación de las Profesiones Sanitarias en España lo dice claramente, que la dirección, evaluación y la prestación de los cuidados es de la enfermera. A pesar de ello, sigue siendo una profesión invisible a ojos de la política y de la Administración, porque el 60% del potencial que tiene una enfermera se desaprovecha. Por el contrario, socialmente sí que está muy reconocida, por eso hago un llamamiento para que las enfermeras den un paso adelante y estén en las agendas públicas. Tenemos que ser valientes para ocupar esos puestos, porque si no, nadie va a venir a sacarnos las castañas del fuego.

Esa idea va acorde con el lema de su legislatura, basado en el empoderamiento de las enfermeras...

Sí, creo firmemente en la necesidad de empoderar a la profesión en tres niveles: en primer lugar, empoderar al CIE para que continúe siendo un actor influyente en los foros internacionales; también empoderar a las asociaciones nacionales de enfermería, apoyándolas en su capacidad de representación y, por último, empoderar a cada enfermera a través de la formación continuada, modernizar nuestras competencias –como la prescripción enfermera–, y promover nuestro liderazgo en todos los ámbitos: asistencial, docente, investigador, gestor y político.

¿Cómo nos beneficiará que un español esté al frente del CIE?

Es una oportunidad para poner en valor nuestro sistema sanitario y ser conscientes de lo bueno que tenemos aquí, aunque hay cosas que mejorar. En algunos aspectos seguimos viviendo de las rentas y en otros hasta hemos retrocedido.

De hecho, luchan por mejorar las condiciones laborales, el reconocimiento del nivel A1+ o la prescripción enfermera...

Sí. No podemos seguir con el perfil que teníamos cuando existían aquellos practicantes o ATS sin formación universitaria. Hemos dado un vuelco desde el punto de vista académico y competencial, pero esto no se ha visto reflejado en el sistema español de clasificar a los profesionales y de retribuirles económicamente. En cuanto a la prescripción, no es solo un acto técnico, sino el reconocimiento de que las enfermeras también deciden, actúan y transforman, pero sobre todo optimiza los recursos del sistema, mientras que a nivel de las condiciones laborales tenemos que mejorar algunas cuestiones de tipo salarial, de conciliación familiar, con los tiempos de trabajo, los turnos... Durante la pandemia la sociedad ha sido consciente del gran cansancio que sufren las enfermeras y ahora es el momento de actuar en consecuencia.

¿Cómo vislumbra el futuro?

Hay motivos para pensar que podemos mejorar de la mano de ese cambio social marcado por un sistema sanitario cada vez más asistencial. La IA bien empleada es una herramienta muy interesante, pero la cercanía y la empatía que ofrecen las enfermeras son insustituibles. Sin enfermería, no hay salud y debemos pasar a la acción.