Opinión
Mónica García se desquicia con los psicofármacos
Ni que decir tiene que la psiquiatría española está en armas
Los medicamentos dirigidos a combatir los trastornos mentales han estado en el punto de mira de varios ministros de Sanidad. En el pasado, una persona titular de esta cartera tenía entre ceja y ceja al famoso Zyprexa, un antipsicótico muy en boga en aquel momento que, según decía, se estaba prescribiendo por los especialistas para depresiones leves, algo carente de justificación médica y que solo servía, aseguraba, para engordar la cuenta de resultados del fabricante. Aunque puede que algo de todo aquello fuera cierto, la verdadera preocupación radicaba en el incremento del gasto farmacéutico que provocaba dicha prescripción masiva. Un gasto que había que controlar.
Hoy, parece ocurrir otro tanto con Mónica García, quien no pierde ocasión de cuestionar la correcta prescripción de los medicamentos psiquiátricos, a los que culpa del «adormecimiento temprano» del sufrimiento. Su departamento ha propuesto alternativas cuando menos pintorescas frente a este tipo de medicamentos. Una de ellas, afiliarse a un sindicato, como si el hecho de padecer o no un trastorno mental fuera cosa del capricho, los psiquiatras meras correas de transmisión de la maligna industria farmacéutica y las actividades ideologizadas un remedio taumatúrgico que todo lo cura. Ni que decir tiene que la psiquiatría española está en armas. Las acusaciones veladas de una ministra que en el año que lleva en el cargo no ha llevado a puerto nada de lo prometido han sentado muy mal. Casi tanto como su empeño en atribuir a los condicionantes socioeconómicos el origen de todos los males, una vieja obsesión de la izquierda. Cita Sanidad el empleo y la vivienda como detonantes del malestar psicológico de los jóvenes. La izquierda ha tenido ya seis años para corregirlo y no lo ha hecho.
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