Homenaje a la enfermería

El valor invisible de la enfermería oncológica

Sigue siendo una profesión con escaso reconocimiento profesional, pese a que, para el paciente, la enfermería oncológica es el puente entre el hospital y la vida

La enfermería oncológica representa para el paciente la cercanía en medio del vértigo
La enfermería oncológica representa para el paciente la cercanía en medio del vértigoFREEPIKLA RAZÓN

Hay profesiones que sostienen la vida en silencio. En el ámbito oncológico, una de ellas es, sin duda, la enfermería oncológica. Su papel ha evolucionado enormemente en las últimas décadas, pero su esencia sigue siendo la misma: cuidar a la persona en su totalidad. Quienes hemos pasado por un diagnóstico de cáncer sabemos que, más allá de los tratamientos y los fármacos, hay una figura que acompaña, escucha, traduce el lenguaje médico, detecta el miedo sin necesidad de palabras y humaniza cada momento del proceso: la enfermera o el enfermero.

Desde el punto de vista de los pacientes, la enfermería oncológica representa la cercanía en medio del vértigo. Son quienes están cuando se nos comunica un diagnóstico, cuando llegan las dudas sobre los efectos secundarios o cuando el cansancio pesa más que la esperanza. Quienes explican con paciencia lo que nadie más tiene tiempo de explicar y quienes detectan antes que nadie si algo no va bien, física o emocionalmente. En un entorno donde la rapidez y la eficiencia a menudo marcan el ritmo, ellos mantienen viva la mirada individual hacia cada paciente, recordándonos que la oncología también se construye desde el cuidado.

La enfermería oncológica no solo cuida: acompaña, escucha, explica y apoya. En un sistema sanitario cada vez más tensionado, donde la tecnología avanza a gran velocidad, ellos siguen siendo el rostro humano del cuidado. Los pacientes con cáncer no solo necesitamos tratamientos eficaces, necesitamos sentirnos vistos, comprendidos y acompañados. Y en ese acompañamiento, la enfermería es insustituible.

A lo largo de los años he escuchado miles de testimonios de pacientes. Muchos recuerdan el nombre de su oncólogo, pero todos recuerdan el rostro de la enfermera que les cogió la mano antes de una quimioterapia, que les enseñó a manejar una ostomía, que les llamó para preguntar cómo se encontraban o que les dedicó una sonrisa en un día especialmente difícil.

Esa huella no desaparece, porque deja una marca profunda en la forma en que se vive la enfermedad y también en cómo se afronta la recuperación. Su presencia aporta seguridad, confianza y un sentido de continuidad que el paciente necesita para sentirse acompañado durante todo el proceso.

Sin embargo, la enfermería oncológica sigue siendo una profesión con escaso reconocimiento social y profesional, a pesar de su altísima especialización y de su impacto directo en la calidad de vida de los pacientes.

Su papel continúa estando infravalorado, y no siempre se le otorga el protagonismo que merece dentro de los equipos asistenciales. Es necesario avanzar hacia una mayor visibilización de su función, con formación específica, reconocimiento académico y presencia activa en los equipos multidisciplinares y en la toma de decisiones clínicas. El progreso de la oncología no solo depende de la innovación científica, sino también de la solidez de los equipos humanos que la hacen posible.

El cuidado en oncología requiere conocimientos técnicos complejos: manejo de tratamientos intravenosos, control de toxicidades, educación sanitaria, prevención de infecciones, acompañamiento emocional y cuidados paliativos. Pero también exige una profunda capacidad humana para estar presentes ante la vulnerabilidad y el dolor. Esa combinación de ciencia y humanidad es lo que hace de la enfermería oncológica una profesión extraordinaria, y lo que garantiza que el paciente no sea solo un número o un caso clínico, sino una persona con una historia y unas necesidades únicas.

Desde el Grupo Español de Pacientes con Cáncer (Gepac) hemos comprobado, en todos estos años de trabajo conjunto, que los mejores resultados en salud y bienestar se logran cuando la enfermería oncológica participa activamente en los procesos asistenciales y en la comunicación con los pacientes. Son un pilar esencial de la atención integral, y su labor debería reflejarse también en las políticas sanitarias, en la planificación de recursos humanos y en la evaluación de calidad asistencial.

No puede haber oncología de calidad sin enfermería de calidad. Y no puede haber cuidados humanizados si no se les da el tiempo, los medios y el reconocimiento que merecen. La mejora del sistema pasa, inevitablemente, por fortalecer la enfermería oncológica, dotarla de recursos suficientes y garantizar que su voz se escuche cuando se diseñan los servicios de salud.

Para los pacientes, la enfermería oncológica no es una categoría profesional más: es la mirada que humaniza la enfermedad y la voz que traduce la ciencia en comprensión. Representa la empatía, la competencia y la esperanza. Es el puente entre el hospital y la vida.

En un momento en que el cáncer sigue siendo un desafío sanitario y social de primer orden, reivindicar su papel no es solo una cuestión de justicia profesional, sino también una apuesta por la calidad del cuidado, la equidad y la dignidad del paciente. Las asociaciones de pacientes trabajamos cada día por visibilizar ese valor invisible y por fortalecer la colaboración entre todos los agentes implicados. Porque cuidar también significa reconocer a quienes cuidan.

Begoña Barragán es presidenta del Grupo Español de Pacientes con Cáncer (Gepac)

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