Sucesos

Sucesos

La mujer que mató a su hija en un hotel de Logroño: «Tienes que traerme ropa y dinero a la cárcel. No me abandones. Te quiero mucho»

Adriana Ugueto y su madre dejaron siete cartas suicidas en el altillo de un armario antes de huir de madrugada con la pequeña Carolina. Solo la abuela cumplió el trato pero los investigadores no tienen claro su papel en este macabro crimen

«Daniela, soy Adriana, te llamo desde la cárcel. Te quiero, te quiero, te quiero. Tengo muy poco tiempo para hablar, me está mirando una mujer, solo me deja cinco minutos. Escucha, necesito ropa. Y necesito dinero. Tienes que ingresarlo en esta cuenta. Tienes que traerlo ya. Por favor. No me abandones. Te quiero. Te quiero. Siempre unidas. Os quiero mucho». Daniela Ugueto estaba tan nerviosa que apenas recuerda lo que le decía su hermana Adriana desde el módulo de mujeres de la prisión de Logroño. No esperaba su llamada. A última hora de la tarde del jueves, el titular del Juzgado de Instrucción número 1, en funciones de guardia de detenidos, decretó para ella prisión provisional comunicada y sin fianza por el presunto homicidio de su hija Carolina, de solo cinco años, en algún momento aún indeterminado entre el domingo 26 y el lunes 27 de enero. Esa mañana, Adriana Ugueto fue arrestada tras intentar lanzarse desde la ventana de la habitación 404 del hotel Los Bracos de la capital riojana, mientras su madre, Olga Febles, abuela de la pequeña, se suicidaba tirándose al Ebro. Cuando la Policía entró a la habitación, encontró el cuerpo sin vida de Carolina en la cama, bajo una manta, sin aparentes signos de violencia. Ya ha pasado casi una semana desde que se produjera esta macabro crimen y aún hay muchos interrogantes. ¿Cuál fue el papel de la abuela? Los investigadores esperan las conclusiones definitivas de las autopsias de la abuela y la niña aunque sospechan que Adriana y Olga (juntas o alguna de las dos) suministraron benzodiacepinas a Carolina para adormecerla y después asfixiarla, un extremo que no está confirmado. Según habían dejado por escrito, la idea era también ellas poner fin a sus vidas. Solo Olga «cumplió». Adriana no se atrevió a suicidarse y, tras el levantamiento del cadáver de su hija fue trasladada a la unidad de Psiquiatría del hospital de San Pedro, donde esa tarde quedó en calidad de detenida. Tras pasar su primera noche en prisión, la joven de 35 años, marcó el número de su hermana menor. A Daniela le pilló por sorpresa y se desmoronó. Aún no ha asimilado que su madre y su sobrina estén muertas y que, encima, acusen a su hermana de matar a la niña. Pero ese tema no lo tocaron. Adriana pidió ropa, dinero y que no la dejen en la estacada pero no aprovechó para aclarar que ella no había matado a nadie, que todo aquello era una locura, un malentendido. No dijo nada. Sabe que cuenta con el apoyo de sus hermanos pequeños, Daniela y Ramón. Él tiene 19 años, estudia en Madrid (aunque viene a pasar algún fin de semana a casa) y, tras conocerse el suceso, publicó en sus redes sociales: «No sé por qué lo hizo. Se fugaron de casa las tres. No sabéis qué infierno vivía mi sobrina. La maltrataron psicológicamente y el padre la utilizaba para hacerle daño a la madre... No defiendo lo que ha hecho mi hermana pero también tiene lo suyo». Fue él quien las echó en falta la madrugada del domingo.

La pequeña Carolina junto a su tía
La pequeña Carolina junto a su tíalarazon

Una huida de madrugada

El sábado por la tarde, su sobrina había montado un «zafarrancho» en el salón con todos los juguetes que aún tenía casi sin estrenar de Reyes. Cuando él se acostó, a eso de las 2:00 de la mañana, las tres estaban en casa. Sobre las 7:00 se dio cuenta de que se habían ido y alertó a Daniela, que se presentó en el domicilio poco después. Bajaron al garaje y comprobaron que se habían llevado el Ford Mondeo del padre. No contestaban a las llamadas y pensaron que podían haber tenido un accidente así que decidieron denunciar los hechos ante la Guardia Civil, donde no les hicieron mucho caso al haber transcurrido tan poco tiempo desde la «desaparición». Los hermanos no sabían qué les habría llevado a su madre y su hermana a abandonar la casa con la niña en plena madrugada. Pero, sobre todo, les parecía raro que no hubieran avisado porque Daniela asegura que siempre han estado muy unidas y hablaban por teléfono todos los días «cada hora». «Siempre estábamos las cuatro juntas: mi madre, Adriana, Carolina y yo. Nos íbamos a la peluquería, nos hacíamos la manicura, merendábamos... siempre juntas y muy unidas», recuerda. Los Ugueto Febles son de origen venezolano. Llegaron a España hace 23 años y, tras recalar en Canarias, se mudaron a Haro (La Rioja) hace 12 por motivos laborales del progenitor, Ramón Ugueto, ingeniero. Los vecinos aseguran que la pareja se había separado y que por eso Olga estaba un poco «decaída». Daniela lo desmiente y asegura que las estancias de su padre en Madrid eran por motivos de trabajo. Lo que sí es cierto es que la abuela de Carolina no tuvo suerte en los negocios. Abrieron una tienda de ropa en Miranda de Ebro, MasQMarcas, pero tuvieron que liquidar el pasado mes de noviembre. Viendo que aquello no cuajaba, dos meses antes de echar el cierre, Adriana puso un anuncio como profesora de clases particulares a domicilio a 10 euros la hora. «Soy maestra de Educación Primaria, graduada por la universidad de Burgos en 2008. Dispongo de todas las mañanas y las tardes».

Obsesionada con la nueva novia de su ex

Su ex pareja desde hacía cuatro años y padre de la niña, Javier Corral, también era profesor. Ella le había denunciado por malos tratos pero la denuncia fue archivada, según fuentes policiales. Javi siempre fue monitor de campamentos para chavales en el pueblo pero hace un par de años había sacado plaza como profe de Educación Física en el colegio Entreviñas de San Asensio (a 15 minutos de Haro) y este curso era tutor de sexto. Él había rehecho su vida sentimental con Jennifer y compartían piso en Haro, al lado del Lupa del barrio de El Mazo, algo que dicen no llevaba bien Adriana. De hecho, Jenifer llegó a denunciar que Adriana le había rayado el coche y la perseguía, según fuentes policiales. También fue duro para Adriana que la custodia de Carolina fuera adjudicada al padre y ella solo viera a la niña las tardes del lunes, miércoles y viernes y dos fines de semana al mes. «Él siempre iba con una sonrisa en la boca. Yo le veía todas las mañanas cuando venía a dejar la niña en casa de los abuelos, Lucía y Miguel, y siempre iba alegre», explican al lado de casa de sus padres. Era el abuelo quien llevaba cada mañana a la niña al colegio San Felices de Bilibio, a cinco minutos de su casa. Los abuelos están devastados y a la espera de que el juez autorice pronto la entrega del cuerpo de la niña para poder enterrarla. Por todos era conocido que la relación entre ambas familias no era buena y la ex pareja había protagonizado algún desencuentro público en el ambulatorio. La niña sufría una enfermedad llamada neutropenia, un problema en la sangre (disminución crónica de granulocitos de la sangre), que le obligaba a someterse a controles dos veces al año en el hospital de La Paz de Madrid. «No han estado bien (Olga y Adriana) porque les fue mal el negocio, porque sus relaciones sentimentales y porque hubo una temporada que siempre andaban de hospitales con los niños», dice una allegada. Y es que Daniela también tuvo problemas con los mellizos (que justo se llevaban nueve meses con su prima Carolina) que nacieron sietemesinos. «Era Adriana, la única que tiene carné, la que les llevaba al colegio y tenían devoción por ella», explica Daniela, quien niega que su madre y su hermana estuvieran mal psicológicamente. Sin embargo, ellas mismas escribieron unas cartas (hasta siete) donde manifestaban su intención de quitarse del medio, aunque no hacían referencia a la niña. Las encontró Ramón hijo en lo alto de su armario el lunes por la tarde. Es importante para la investigación saber la hora de la muerte de la niña para confrotarla con la hora en la que la abuela abandonó el hotel y saber si pudo participar en el homicidio de la niña o si dejó sola a su nieta con su madre a sabiendas de lo que planeaba hacer con ella. En cualquier caso, si la investigación prueba que la niña estaba viva antes de que se marchara la abuela, es bastante probable que la linea de defensa del abogado de Adriana, Pierre Schwart, pase por adjudicar autoría material del homicidio a la abuela ahora fallecida. En este sentido, Daniela denuncia que a día de hoy, casi una semana después de todo, la Policía no le ha comunicado oficialmente que su madre ha muerto y se enteró por los periodistas. “Ni siquiera me han dejado ver su cuerpo”, se queja.

Luto en el colegio

El colegio San Felices celebraba el jueves en el patio el día de la paz pero faltaba Carolina. Tanto el profesorado como los padres están muy afectados por lo sucedido. Carolina era alumna y su madre y presunta asesina, Adriana, miembro del AMPA. «El martes, los chiquillos hicieron un taller donde expresaban sus sentimientos y los educadores trataban de explicarles el duelo», explica una de las madres del centro escolar. También hicieron un mural con dibujos y frases para la niña que colgaron en redes sociales. La noticia ha conmocionado a todos en Haro. Por muchos era conocido los problemas de salud que sufría la niña y todo el mundo era muy cariñoso con la pequeña. En el Ayuntamiento las banderas están a media asta, hicieron una concentración en su memoria e improvisaron un altar en su honor con velas donde la gente depositó flores y algunas cartas, como una con letra infantil que dice: «No te conocía demasiado bien pero siempre serás la niña más dulce y sencilla que conocí a lo largo de mi vida. Nunca te merecista esto, no merecías sufrir, no te merecías esto. Sé que nadie se lo esperaba ahí ahora estás mejor y ahora ya nadie podrá hacerte más daño. Te quiero y siempre vivirás en nuestros corazones. Buen viaje».