Caza
Así es la caza de la perdiz de monte
Dentro de las muchas modalidades de caza que la perdiz permite, podemos decir que la caza al salto y en solitario es la más sufrida y deportiva. Si además esta caza se desarrolla en el monte, la satisfacción del cazador al abatir una patirroja es insuperable.
La perdiz que habita en los montes de la península es la más brava de las perdices. Conserva intacto el instinto de supervivencia debido a las difíciles características del hábitat en el que se mueve. El intenso frío y la multitud de depredadores, principalmente jabalíes y zorros, hacen que ésta perdiz haya desarrollado una gran fortaleza y astucia con el fin de mostrarse mas esquiva a sus enemigos.
En esta modalidad de caza se necesita de una buena condición física para poder desplazarse por las pendientes del monte abriéndose paso entre jaras, chaparros y encinas con la escopeta al hombro.
Por otro lado, se hace indispensable la ayuda del perro. En estos terrenos donde la vegetación lo cubre todo con su manto y la visión no alcanzará en la mayoría de las situaciones más de 10 metros se debe contar sí o sí con la nariz de un can. Son recomendables perros de muestra que se desenvuelvan bien en este tipo de terrenos, que sean valientes y que cuenten con pelo. Un pointer, por poner un ejemplo, suele salir dañados de estas cacerías ya que su escaso y fino pelo no pueden defender su piel de los arañazos de las zarzas, ramas y pinchos del monte. No obstante hay quien utiliza un chaleco protector para el perro que protege su vientre que es siempre la parte más dañada. También el cazador debe usar ropas fueres y resistentes o protección extra para desenvolverse en estos terrenos.
Es muy recomendable por no decir fundamental poner una campanilla al perro de modo que siempre podremos tenerlo localizado cuando nos internemos en la espesura del monte y la vista no nos permita verlo. También así podremos conocer su ritmo de caza según el sonar de la campanilla.
En cuanto al arma a utilizar, cada cazador debe actuar según su experiencia; superpuestas o semiautomáticas del calibre 12 suelen ser lo más común. Un perdigón del 7 a principios de temporada o del 6 a finales del invierno con cargas de 32 o 34 gramos es lo más aconsejable.
Para obtener resultados en este tipo de caza es clave conocer la querencia de las perdices en el coto de caza para así saber de antemano dónde buscarlas. Hay que atacarlas con viento en contra e ir impulsándolas hacia el terreno que permita un mejor lance. Hay que caminar con el viento en contra e ir aprovechando el terreno para mover las perdices hasta el barranco, cortado o clarete donde el lance tiene más probabilidades de éxito. Aunque en algunas ocasiones las perdices pueden saltar a nuestro paso, lo más probable es que tengamos que moverlas de modo que el bando se disgregue y se cansen un poco más las perdices. Tras volarlas varias veces, la jornada empezará a dar sus frutos ya que si el cazador ha elegido bien el tiradero las perdices harán gala de su estruendoso arranque al volar saliendo a tiro de escopeta.
Cómo es el tiro
Mucho se habla del tiro a la perdiz, del adelanto que hay que hacer o de la distancia a la que la hay que tirar, aunque todo esto es algo que se va aprendiendo con la experiencia de los inviernos cazando. En esta modalidad de caza el tiro debe ser rapidísimo y muy intuitivo ya que en un abrir y cerrar de ojos la astuta gallinácea desaparecerá poniendo de por medio cuantos obstáculos naturales encuentre en su camino. Está habilidad para el engaño y el subterfugio es lo que hacen que se admire tanto a este animal. El encare de la escopeta debe ser automático y de igual manera apretar el gatillo procesando la distancia y el adelanto instintivamente. Cuando las perdices aguantan la muestra del perro entonces el tiro se hace más sencillo, aunque también más emocionante al vivir un lance más largo. Hay tiempo de disfrutar del perro, del silencio de su campanilla y de pensar la dirección que tomara la perdiz para poder hacer un buen disparo.
Ni que decir tiene que el cobro se torna imposible en medio del monte si no tenemos la ayuda del olfato del perro. No obstante, es recomendable hacer un ejercicio de memoria y seguimiento una vez que la perdiz cae abatida con el fin de poder recordar dónde ha caído la pieza y poder guiar al perro a esa zona si es que no la ha encontrado ya.
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