Coronavirus

¿Se puede prohibir el sexo para frenar el rebrote?

Parejas «Covid-free» La nueva sexualidad está marcada por «el miedo, la ansiedad y la pérdida del placer», dicen los sexólogos; mientras que los juristas apelan al artículo 18 de la Constitución para impedir que los contactos íntimos puedan ser regulados

El coronavirus también cambiará el modo de practicar sexo tal y como lo conocíamos antes de la pandemia
El coronavirus también cambiará el modo de practicar sexo tal y como lo conocíamos antes de la pandemiaPlatónLa Razón

El sexo es el súmmum del contacto físico, el éxtasis de la cercanía y el disfrute. También donde se esconden los inhóspitos traumas de nuestra psique freudiana que ahora acogerá un elemento más: el coronavirus. Un elemento que marcará durante años los encuentros íntimos y connotará cada práctica en el lecho (o donde plazca a los amantes) con una dosis de desconfianza, ansiedad y arrepentimiento. En Reino Unido, de hecho, el imprevisible Boris Johnson ya se ha puesto manos a la obra para regular de algún modo los contactos sexuales y así evitar una mayor propagación. Una maniobra legislativa de dudoso encaje ante la imposibilidad de visitar cada domicilio para ver si los practicantes son «convivientes» o se han dado cita a través de una aplicación de contactos.

En España, tranquilos todos, no hay cabida normativa para una medida así, pues supondría una violación de nuestra Constitución, como recuerda el abogado Aitor Guisasola: «El artículo 18 garantiza el derecho al honor, a la intimidad personal y familiar y a la propia imagen. El domicilio es inviolable. Ninguna entrada o registro podrá hacerse en él sin consentimiento del titular o resolución judicial, salvo en caso de flagrante delito. Es decir que aplicar una medida así en nuestro país sería, además de una locura absurda, una decisión inconstitucional».

Así que, una vez asegurado el respaldo de nuestra Carta Magna para dar de nuevo rienda suelta al erotismo (conyugal o libertino), la duda es cómo será el sexo al que nos enfrentemos en la era post-covid. Lo visto en botellones masivos dispersados por territorio patrio siembra serias dudas sobre las difusión del coronavirus a través de las relaciones sexuales. Si de puertas para fuera parece que el pudor se ha perdido, la extrapolación de puertas para dentro vaticina rebrotes inevitables de la enfermedad.

Las aplicaciones contactos –un eufemismo para hablar de sexo exprés– se han disparado en los meses de confinamiento, de hecho, la famosa Tinder ha registrado un aumento de un 25% diario en sus conversaciones entre usuarios. Y ahora que la desescalada facilita el movimiento interdomiciliario las alertas han comenzado a sonar, pero, ¿significa esto que la población ha perdido el miedo o el mundo del cibersexo se impondrá al piel con piel después de meses de confinamiento? Si fuera por las recomendaciones de algunos expertos para practicar sexo, más nos valdría quedarnos en la esfera virtual, ya que, por ejemplo, realizar posturas sexuales que impidan una relación directa cara a cara (en las que uno de los dos dé la espalda al otro) y usar mascarillas no parecen formar parte de ninguna fantasía erótica.

Se ha demostrado que tanto el semen como las heces sí son portadoras de la covid-19, mientras que los flujos vaginales no. Aun así, no hay estudios que ratifiquen la transmisión por vía sexual, pero basta con una gota de saliva para introducir el coronavirus en nuestro organismo, así que para qué mayores detalles cuando con un simple beso se pueden echar por tierra semanas de abstinencia.

«Las recomendaciones que hacen desde Sanidad, como tener sexo con mascarillas o posturas determinadas son irreales porque no creo que nadie las vaya a cumplir. Una cosa es que haya gente que no se decida a dar el paso de acostarse con otra persona, pero si lo hace, lo hará asumiendo todos los riesgos», asegura Ana Lombardía, psicóloga y sexóloga. Ella confiesa que ha observado dos tendencias en cuanto a comportamientos sexuales en tiempos de covid: personas que no tienen ningún miedo a seguir manteniendo el ritmo previo al 14 de marzo, cuando se decretó el estado de alarma y el consiguiente confinamiento, y aquellos otros que tienen miedo y que retrasan las citas, ya sea de aplicaciones o de su lista de contactos. Incluso se han dado casos, cada vez más frecuentes, en los que se ha establecido lo que se conoce como «parejas sexuales covid-free».

«Son personas que no tienen una relación sentimental estable, pero han establecido unas pautas para solo quedar entre ellos para mantener sexo con la confianza de que ninguno de los dos lo haga con otras personas y disfrutar de un momento íntimo sin preocupación», apunta Lombardía.

Ellos, los más «inconscientes»

La afectividad y el contacto físico es fundamental para el ser humano, por eso se sortea el contagio de una y otra manera con mejores o peores resultados. «Muchas de las personas que quedan para tener sexo muestran altas dosis de ansiedad, porque a pesar de dar el paso de mantener relaciones sexuales (siempre hablamos de quienes no están en pareja ni conviven con ellos), les cuesta disfrutar, ya que anticipan consecuencias negativas como la posibilidad de contraer la covid-19 y más tarde expandirla en su domicilio que comparten con familiares o compañeros de piso», analiza la psicóloga. Pensamientos que según varios expertos pueden llevar a disfunciones sexuales en ambos géneros.

De hecho, nos ilustra con uno de sus pacientes el cual se recupera todavía de una ruptura sentimental y quiere comenzar a establecer nuevas relaciones a través de las aplicaciones, sin embargo, está retrasando al máximo el encuentro con una chica por miedo al contagio y la posible dispersión posterior en su casa, la cual comparte con sus padres. «Pero esto también es negativo porque cuando estás mucho tiempo hablando con una persona pero no materializas la relación, el interés desciende. Pese a que esta crisis sanitaria vaya en descenso, existirá un miedo residual, una preocupación que se trasladará inevitablemente al sexo», añade.

Si nos acogemos a las generalidades, podría decirse que son los varones y la población más joven la que tiene una menor percepción del riesgo y, por lo tanto, los que menos caso harían de las recomendaciones en cuanto a contactos sexuales. Pero también son los más jóvenes o los que por primera vez han tirado de la tecnología para saciar su libido, los que han descubierto nuevas vías de placer. Así lo explica Iñaki Lajud Alastrué, psicólogo, sexólogo y fundador de la Asociación Masculinidades Beta: «Esta situación se puede ver como una oportunidad para ser creativo y romper con lo establecido en comportamientos sexuales. En mi consulta veo que las razones principales de rupturas de pareja se producen por la monotonía sexual y yo hago terapia para que eso se modifique. Hay que aprender que hay más modos de disfrutar. El sexo no es solo placer o reproducción sino una forma de conectar e intimar con otra persona. El sexo telefónico, la masturbación online o el uso de web cams para este fin es un medio para adentrarse en un terreno diferente. La sexualidad está en la mente».

Para este experto, durante el confinamiento se ha aprendido a gestionar el deseo de una manera más racional de lo que lo hacíamos antes y «esto es una lección importante que repercutirá también en nuestro modo de relacionarnos», añade.

La angustia que generan ahora las relaciones íntimas es un aspecto en el que también se detiene la psicóloga Georgina Burgos, pero apunta que «mantener sexo con un desconocido será como ir a una discoteca, ya que el riesgo de contagiarse será el mismo. El coronavirus no es una enfermedad de transmisión sexual, sino de contacto, no hace falta que sea íntimo para que se produzca. Debemos aprender a convivir con ello». Burgos detalla que aquellas personas que padezcan este miedo «verán su sexualidad afectada, porque no habrá placer ni disfrute en la práctica, no se permitirán abandonarse a la experiencia» y, por lo tanto, un acto que antes se veía como la conquista de la felicidad, quedará reducido a complicaciones y dolores de cabeza. La nueva sexualidad ya está aquí, no habrá que esperar a pasar de fase para reconocerla y debemos enfrentarnos a ella con cautela, apelando siempre, como indican los expertos, a la sensatez.