Rastreo

Tras la pista del “pulmón blanco”

Los Servicios de Radiología, Bioquímica y Microbiología del Hospital Universitario de Móstoles, claves en el rastreo de la Covid 19

Quiso el destino que la doctora Carolina Calvo se hiciera cargo del Servicio de Radiodiagnóstico del Hospital Universitario de Móstoles durante la pandemia que marcará a toda una generación. El anterior jefe acababa de jubilarse en diciembre pasado y ella dio un paso al frente sin saber lo que se nos venía encima. Radiología ha sido una pieza fundamental en el diagnóstico y seguimiento de la Covid 19, en el rastreo de ese «pulmón blanco» que tan malos presagios lanzaba desde la imagen de rayos X.

Calvo se puso al frente de un equipo de 23 profesionales y ocho residentes en el mes de febrero, apenas unos días antes de que nos golpeara el coronavirus. Sus efectivos se diezmaron rápidamente debido a los contagios y comenzaron a estirarse las jornadas y a doblarse los turnos. Lo que hiciera falta para seguir aportando una información indispensable.

«Ha sido lo más importante para el diagnóstico, además de la clínica. La radiología ha aportado datos fundamentales para la clasificación de pacientes y su evolución», explica esta doctora. Hay que tener en cuenta que en los primeros momentos de la crisis sanitaria este hospital, como la mayoría, aún no hacía PCR ni test de antígenos, unas pruebas que ahora revelan en 15 minutos si el paciente es positivo. Pilar Utrilla, técnica de rayos, apunta que en febrero ya comenzaron a observar un incremento de las neumonías que les llevaron a pensar «lo mala que venía la gripe, era muy llamativo y chocante». «Este bicho nos ha vuelto locos y nos ha agotado», continúa Pilar. Y es que todo el que cruzaba la puerta de Urgencias era enviado a rayos directamente.

Carolina Calvo prosigue la explicación: «La imagen radiológica da unos diagnósticos bastantes acertados de clasificación de los pacientes, que en la segunda quincena de marzo acudían al hospital por centenares». Hay que tener en cuenta que también ingresaban enfermos por otras patologías y gracias a la radiología acababan siendo tratadas por coronavirus.

La doctora Carolina Calvo, jefa del Servicio de Radiodiagnóstico
La doctora Carolina Calvo, jefa del Servicio de Radiodiagnóstico©Gonzalo Pérez MataLa Razón.

«En el escáner de alguien que llegaba con síntomas de ictus, por ejemplo, veíamos que tenía infiltrados pulmonares característicos de la Covid, aunque entrara por la puerta directo a neuro. Lo mismo ocurría con la apendicitis aguda; en los cortes inferiores del tórax veíamos las señales del virus», cuenta la jefa de servicio. Esta circunstancia, que todo el mundo fuera susceptible de padecer Covid, añadía mayor complicación a una situación endiablada de por sí.

En la sala de rayos de urgencias Covid llegaron a hacerse más de 4000 estudios en dos meses. Frente a Carolina Calvo, en la pantalla del ordenador se asoma una imagen de ese temido «pulmón blanco»: «Los alveolos pulmonares aparecen ocupados por fibrosis o cambios inflamatorios. Ese estadio es avanzado y es muy difícil recuperar al paciente. El aire en el escáner se ve de color negro, lo blanco está totalmente opacificado».

La jefa del servicio de Radiodiagnóstico insiste en que se trataba a los pacientes de la misma manera, no había distinción fueran «jóvenes, mayores o de mediana edad, hemos luchado igual por todos ellos». La edad nunca fue un factor para tirar la toalla con un enfermo. Llegaron a realizar decenas de placas a personas de 78 años con signos alarmantes de «pulmón blanco» y «conseguimos sacarlos adelante».

Solo en la sala de rayos de tórax se han realizado desde marzo más de 8.500 placas a pacientes que ingresaban por el servicio de Urgencias del Hospital. En total, los ingresos a causa de la Covid superaron los 1.600 en este centro con una población asignada de 169.000 personas. Los muertos apenas superaron los 200. La maquinaria radiológica echó humo durante semanas. Hubo incluso un momento de pánico en el que dos escáneres se estropearon a la vez debido a la extrema limpieza con lejía que exigía el protocolo por entonces. Una situación «muy angustiosa» que este equipo logró solventar gracias a su profesionalidad.

En el departamento de Bioquímica tampoco han parado de ofrecer información clave a los servicios médicos para seguir el rastro de la enfermedad. Laura Criado, farmacéutica especializada en análisis químicos, destaca la importancia de las gasometrías para detectar la saturación de oxígeno, un dato indispensable para decidir la intubación de un enfermo. Fue sin duda una de las pruebas estrella de la crisis sanitaria; pasaron de realizar unas 600 de media al mes a más de 3.000 solo en abril. Tal es así que una de estas máquinas del laboratorio de Urgencias llegó a trasladarse a la UCI para poder estar «a pie de cama» del paciente ingresado.

Laura Criado, farmacéutica especializada en análisis químicos del Hospital Universitario de Móstoles
Laura Criado, farmacéutica especializada en análisis químicos del Hospital Universitario de Móstoles©Gonzalo Pérez MataLa Razón.

La pandemia forzó a un cambio de procedimientos que aumentara la rapidez en la obtención de resultados en unas analíticas en las que se buscaban signos de las repentinas inflamaciones que surgían como respuesta del sistema inmunológico. Criado explica que «al ser un laboratorio bioquímico, se ha visto la importancia de muchos parámetros en la evolución y el pronóstico de pacientes con Covid y en la función renal o hepática». La presión asistencia en esta sala fue enorme. De aquí partía mucha evidencia obtenida en tiempo récord que los clínicos usarían después para predecir la evolución del enfermo o la muerte en el peor de los escenarios.

La sección de Microbiología es la tercera y última parada de los Servicios Centrales que han cobrado un protagonismo crucial en la batalla contra el coronavirus. Desde el 13 de marzo hasta el 30 de noviembre se realizaron un total de 56.071 pruebas PCR entre positivos y negativos. De ellos, 25.435 fueron para centros de Atención Primaria. También se encargaron de dar servicio a las residencias de mayores de la zona. Una avalancha de test que este equipo gestionó con una dificultad inicial añadida por los problemas de abastecimiento de reactivos.

Teresa Durán, jefa de la sección, explica que «en los primeros momentos no dábamos abasto y pronto se vio que todos los hospitales públicos debíamos hacer PCR». Para ellos no se trataba de una técnica desconocida, ya que se emplea para detectar otras enfermedades infecciosas como la gripe, virus respiratorios o enfermedades de transmisión sexual. «Un problema importante era la falta de reactivos, todo lo que se necesita para poder llevarlo a cabo; primero se realiza la extracción de material genético y luego se amplifica para ver si ahí está el virus», continúa Durán.

«Era muy angustioso no saber si podrías trabajar al día siguiente por la falta de material y cuando llegaban los reactivos la alegría que sentías era tremenda», recuerda esta doctora. Llegaron a combinar hasta cinco técnicas distintas al mismo tiempo para poder acortar los plazos, que se redujeron ostensiblemente: el resultado más rápido llegó a estar en dos horas y media.

El trabajo en equipo de estos tres servicios de Radiología, Bioquímica y Microbiología y su colaboración con Medicina Interna, UCI y Urgencias resultó vital para que todo el engranaje contra la enfermedad, que incluía al resto de personal (celadores , profesionales de enfermería , administrativos), funcionara en tiempo y forma en una guerra que todavía no se da por ganada.