Coronavirus

¿Qué es el hielo seco, la nueva amenaza para las vacunas?

Esta sustancia permite conservar las inyecciones a una temperatura muy baja, pero transportar una cantidad excesiva puede ser peligroso

Sanidad vacuna a 718.000 personas contra la gripe, el 88% del total de dosis adquiridas
La vacuna de Pfizer y su socio alemán BioNTech se debe mantener a temperaturas muy frías, de unos -70 ºC, durante su almacenamientolarazonGVA

La vacuna contra el coronavirus está empezando a administrarse en algunos países, como Reino Unido, Canadá y Estados Unidos. Próximamente será una realidad en los países miembros de la Unión Europea, por lo que el reto actual pasa por el transporte, distribución y conservación de la vacuna para que llegue a todo el mundo.

La vacuna de Pfizer y su socio alemán BioNTech se debe mantener a temperaturas muy frías, de unos -70 ºC, durante su almacenamiento. El aliado para conseguirlo es el hielo seco, que alcanza temperaturas de alrededor de los -78,5 ºC, pero su manejo es muy peligroso.

¿Qué es el hielo seco?

A pesar de su nombre, en su composición no contiene agua, si no dióxido de carbono (CO2). Por lo tanto, es la forma sólida de este gas, presente en nuestra atmósfera de forma natural. Habitualmente se utiliza como refrigerante para envasar artículos que deben permanecer fríos o congelados durante el transporte, como es el caso de muestras biológicas, vacunas o alimentos.

Lo que ocurre es que la distribución de la vacuna contra la Covid-19 es una operación logística sin precedentes y “puede requierir más cantidad de hielo seco de lo normal” para asegurar su conservación, explica la Administración Federal de Aviación de Estados Unidos, que advierte de que un exceso de esta sustancia a bordo de la aeronave puede ser peligroso.

¿Por qué el hielo seco es tan peligroso?

Durante un trayecto largo es posible que se derrita parte de ese hielo seco que conserva la mercancía. Al no contener nada de agua, cuando se derrite no se acumula ni se forman charcos, si no que pasa directamente a un estado gaseoso. Al ubicarse en un espacio cerrado que puede estar mal ventilado, los niveles de dióxido de carbono pueden ser muy elevados.

Inhalar este gas, que no se diferencia a simple vista del oxigeno, provoca somnolencia, una circunstancia extremadamente peligrosa en un vuelo. Además, en concetraciones muy altas aumenta la velocidad de respiración y la frecuencia cardiaca. El dióxido de carbono también causa asfixia porque desplaza y diluye la cantidad de oxígeno en el aire y es tóxico para el funcionamiento del cerebro.

La Administración Federal de Aviación de Estados Unidos advierte de que al final de un vuelo, los compartimentos que contienen hielo seco suelen tener una alta concentración de CO2 que puede tardar varios minutos en disiparse.